El lujo al revés

La nueva alta costura exhibe más camisetas que drapeados.

Al menos veinte artesanos parisinos han de confeccionar a mano (y a medida) 50 diseños en enero y otros tantos en julio. Estos son los requisitos mínimos que la Chambre Syndicale de la Couture establece para poder formar parte del muy selecto grupo de  firmas que pueden desfilar en la semana de la moda de la alta costura. Al fin y al cabo, se trata de ese mínimo espacio que Francia conserva para tratar el lujo como algo patrimonial, por mucho que algunos de sus miembros oficiales sean de otros países y, por supuesto, de que su clientela se nutra de otra cultura: esas afortunadas compradoras árabes que, manteniendo su estricto código de pudor, se sientan al final de las gradas pero llegan parapetadas por una larga fila de coches oficiales.


Pero incluso para los más ricos son tiempos convulsos. Y la moda, eficaz herramienta para medir el presente, debe responder a ellos. Atrás quedaron los años en los que se demostraba poderío a golpe de creaciones grandilocuentes. Ahora el valor está en el proceso y/o en el concepto. Por eso, los espectaculares escenarios que envuelven los desfiles de Chanel dieron paso este julio a un atelier en el que las petit mains, maestras costureras de la casa, realizaban su trabajo a la vista de asistentes y modelos. Por eso, también, Viktor y Rolf dejaron de lado su extravagancia habitual para diseñar Alta Costura reciclada, como hiciera aquel pionero Margiela en los noventa.

¿Hay algo más único que un puzle cosido con retales históricos? ¿Y algo más exclusivo que una sudadera que nunca quedará bien a nadie? A la moda, sea por frivolidad o por lo contrario, le encantan las paradojas. Por eso ese fenómeno del feísmo llamado Vetements ha desfilado en esta exclusiva semana. Y sin defraudar: sacando a la pasarela 28 marcas distintas (de Levi’s a Manolo Blahnik) y haciéndolas parecer a todas ellas el uniforme de un moderno pasado de rosca. Las firmas implicadas están felices. Y el público, extasiado. Porque hoy hay contención en las formas, pero el contenido reafirma el juego de minorías.

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