Tras las ‘smart cities’, llegan las ‘smart regions’

Áreas más amplias se benefician por todo el mundo de la infraestructura y la dotación tecnológica que caracterizan a las ciudades inteligentes.

Nueva York, Tokio y Ciudad de México eran las tres únicas megaciudades —con más de 10 millones de habitantes— en 1975. Hoy ya hay 21 urbes de esta clase y, para 2025, se espera que la cantidad llegue a la treintenta. Gobernantes, políticos, técnicos y expertos —incluso bastantes de los más críticos— admiten que una de las maneras más adecuadas de administrar estas grandes concentraciones de individuos y objetos es el denominado internet de las cosas, la robótica y la inteligencia artificial.

De hecho, la conveniencia de interconectar elementos, de vincularlos a su vez con la red y de automatizar procesos está trascendiendo este ámbito —el de las smart cities, como se las llama en inglés— para ampliar su alcance hasta las smart regions, el concepto de moda últimamente.


Las ineludibles Nueva York, Dubai, San Francisco, Berlín o Buenos Aires son ejemplos de capitales que se están ajustando a la fórmula. De su despliegue se derivan infraestructuras y provisiones digitales que acaban beneficiando a quienes están a su alrededor. Así es cómo suelen nacer estas regiones inteligentes y otras en ubicaciones, a priori, menos propicias, como Singapur o las Islas Caimán, en el Caribe. Las respuestas en tiempo real ante unos desafíos que son —y serán— continuos se producen por la intermediación de la tecnología.

Los Fondos Estructurales Europeos de Inversión son la principal fuente de financiación de las smart regions en el Viejo Continente. En esta ocasión, la apuesta de la Comisión es la “especialización” geográfica, en función del potencial de cada territorio, y la colaboración entre las instituciones públicas y las entidades privadas, según indican sus responsables. Con este objetivo, se ha organizado una serie de actividades entre 2016 y 2017 en Eindhoven (Holanda), Gdansk (Polonia), Bruselas (Bélgica), Estocolomo (Suecia), Barcelona y Sevilla.

La población mundial se incrementa sin freno en las áreas urbanas. La previsión es que, en estas zonas, el número de habitantes pase de los 2.500 millones de 2009 a los 5.200 millones en 2025. Mil millones de personas viven actualmente en “barrios bajos”, la denominación que otorgan las Naciones Unidas a las subdivisiones de las ciudades en las que no están asegurados el acceso al agua, la sanidad, la seguridad, la vivienda estable o la habitabilidad. Para el 2030, la cifra probablemente se duplicará. En cualquier caso, uno de los artículos que se ha popularizado en mayor medida entre este segmento de la sociedad ha sido el teléfono móvil.

Gracias a esta penetración (PDF), proyectos y plataformas colaborativas o sociales vinculadas a empresas de diversa naturaleza (bancos, medios de comunicación, etcétera) han permitido avanzar considerablemente en la elaboración de mapas (UshahidiRede Jovem), la distribución de información de interés (CGNet SwaraBBC Janala) e incluso los servicios financieros (M-PesaJana). A partir de estas oportunidades y de las múltiples transformaciones registradas en las sociedades más avanzadas, las expectativas de negocio en las ciudades inteligentes se elevan hasta los 32.000 millones de euros anuales.

La multinacional Cisco calcula que la eficiencia energética en las regiones smart mejorará un 30% dentro de dos décadas. Éste es uno de los indicadores más destacados a la hora de determinar si un territorio puede entrar dentro de esta categoría o no. Iniciativas como Dontflush.me, con sus sensores para calibrar el consumo de agua, o un sistema instalado por la firma tecnológica IBM en Malta, centrado también en la electricidad, son muy útiles en la preservación del medio ambiente.

Cuando este factor se combina con la seguridad, se hace patente la relevancia de ideas como la que materializa Geiger Maps JP, que aporta datos sobre niveles de radiación. Como muchas otras, la empresa Streetline, cuya aplicación racionaliza un aspecto tan delicado como el aparcamiento de vehículos, es un referente en otro campo crucial: el transporte.

En cuanto a la gestión de los edificios, innovaciones como las planteadas por Nest, con sus termostatos que aprenden en función de las costumbres de los residentes, son constantes. Este panorama propiciará que, en el mundo desarrollado, el 80% del crecimiento económico se dé en las ciudades (PDF). De modo que los macrocentros urbanos generarán seis de cada diez euros del producto interior bruto.


No obstante, estos núcleos necesitarán igualmente entre el 60% y el 80% de la energía. A estas circunstancias hay que sumarles otra que no es menos importante: el desequilibrio geográfico. Por ejemplo, los analistas de la consultora McKinsey and Company prevén que en un solo país, China, habrá 221 localidades com más de un millón de vecinos en 2025.


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