El supermercado robotizado de Amazon, un claro ejemplo de ‘fake news’

Una noticia lanzada por el New York Post basada en fuentes anónimas y desmentida por Jeff Bezos es recogida por numerosos medios de todo el mundo.

Las noticias falsas están de moda. Sobre todo desde que varios pseudo medios de comunicación ayudaron, difundiendo bulos, a que Donald Trump se convirtiese en Presidente de Estados Unidos. Él mismo, con su cinismo habitual, ha puesto de moda el término fake news para referirse a muchas de las noticias que le perjudican.

Pero en el periodismo tecnológico este fenómeno no es nada nuevo. Viene sufriendo desde hace muchos años una oleada de bulos, de rumores sin confirmar, que está provocando una crisis de credibilidad enorme.

Tiene su lógica. Al fin y al cabo en el mundo de la tecnología siempre se quiere ir dos pasos por delante, pues un año en tecnología a veces parece un siglo. El problema es que debido a este frenesí desmedido se está mezclando con bastante frecuencia la fantasía con la información.


Algo que tiene mucho que ver con la falta de profesionales rigurosos en algunos medios y a la escasa coordinación entre periodistas con los especialistas en SEO, que por otra parte cada vez son más imprescindibles en las redacciones actuales.

Aunque parezca mentira para los profanos, desde hace años numerosos medios, sobre todo estadounidenses, llevan en su cabecera el adjetivo “rumors”. La rumorología está tan extendida en el periodismo tecnológico, que hace mucho que dejó de ser cosa sólo de los que montan un blog en Wordpress y buscan un fuerte aumento en el número de visitas.

Muchos medios supuestamente rigurosos, también se dejan arrastrar por lo que cuentan las estrellas de la rumorología tecnológica, como Evan Blass. Autor de la famosa cuenta de Twitter @evleaks, conocida por sus filtraciones de productos. Tal es el prestigio de estos personajes que a algunos expertos en rumorología hoy se les llama analistas. Un apelativo que es, cuanto menos, demasiado generoso.

Son muchos los lectores a los que les encantaría saber qué características tendrá el nuevo iPhone, aunque falten meses para que se presente, de la misma forma que una multitud sigue a youtubers que especulan sobre si Darth Vader volverá a aparecer en la nueva trilogía de Star Wars.

Es un secreto a voces que muchas empresas de tecnología están en la fuente de estos rumores, o al menos se frotan las manos con su propagación. Al fin y al cabo les viene estupendamente que se hable de sus productos antes de que lleguen al mercado, aunque sea a costa de informaciones erráticas.

Muchos periodistas de tecnología tienen que informar sobre las supuestas características que tendrá tal o cual producto si hay ciertas evidencias claras o intentar predecir, con un puñado de datos, el futuro de tal o cual empresa. Algo en lo que tiene bastante que ver la opacidad de muchas firmas a la hora de proporcionar información sobre ventas de productos, sus características técnicas o sobre el número de usuarios de un servicio.

En esos casos toca multiplicar en los titulares expresiones condicionales como “quizá” o “podría” pero, sobre todo, no dejarse llevar por los rumores más absurdos. Para eso sirve la experiencia en este oficio. Aún así la hipervelocidad del sector, unida a las limitaciones de muchos periodistas freelance, que desgraciadamente no pueden contrastar informaciones con toda la profundidad que sería deseable si quieren llegar a fin de mes, lleva a cometer errores de bulto.

Un caso de manual estos días ha sido el de la falsa noticia sobre un supermercado automatizado de Amazon. Yo mismo durante unos minutos he pensado que era verosímil la información, hasta que me he enterado por que ha sido desmentida por Jeff Bezos en Twitter (con bastante ironía, por cierto). La noticia había sido publicada originalmente por el New York Post. Este periódico contaba el pasado día 5 de febrero que Amazon quería abrir supermercados automatizados. En ellos sólo habría entre tres y diez empleados.

La información se basaba en fuentes anónimas. A pesar de ello basta con echar un vistazo en Google para ver cómo muchos medios, algunos en España, la han difundido a los cuatro vientos. Así que no se extrañen si algún conocido les dice que en breve Amazon abrirá en su barrio un supermercado gestionado por robots. Aunque también puede suceder que le digan, sin dejar margen para la duda, que WhatsApp le permitirá borrar mensajes enviados a sus contactos. Sin reparar en que la fuente de esa información es una cuenta de Twitter anónima.

Decía Ignacio Ramonet en su libro La tiranía de la comunicación, que informarse no es algo fácil. Su mensaje no iba dirigido a los periodistas, que tienen el deber inexcusable de corroborar la validez de una fuente. Se refería a todos los que leen, ven y escuchan noticias a diario.

Me temo que hoy, de la misma forma que las redes sociales facilitan que cualquiera pueda difundir información, también los lectores deben más que nunca esforzarse en contrastar informaciones, en rastrear el origen de las noticias y, una vez que dan con la fuente original, decidir, al margen de sus simpatías o antipatías, si es digna de crédito.


No se trata, por supuesto, de que los periodistas tiren la toalla y pasen el testigo de su trabajo al lector. Pero para separar la información rigurosa del humo, sobre todo en un sector tan mediatizado por los intereses empresariales como es el de la tecnología, resulta cada vez más necesario un espíritu crítico colectivo.


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