Cuando todo parecía
indicar que se apartaría definitivamente de Microsoft para centrarse en la
filantropía, Gates permanecerá al lado de Satya Nadella, nuevo CEO, como asesor
Hay empresas que
están siempre vinculadas a un nombre. Microsoft sigue siendo Bill
Gates, él es su fotografía en el imaginario colectivo. Del mismo modo que
lo es Windows. Y lo seguirá siendo, pese a su abandono de la presidencia. Lo que en un
principio podría parecer su despedida es, en realidad, un regreso. El
empresario y filántropo vuelve, en parte, a los orígenes y recuperará horas de
trabajo para dedicarse a la empresa como asesor tecnológico en
el área junto alnuevo director ejecutivo, Satya Nadella,
aportando su visión en la próxima generación de productos del gigante
norteamericano.
Lo cierto es
que, aunque en la mente de muchos seguía mandando, Gates, nacido en
Seattle hace 58 años, comenzó a ceder responsabilidades hace tiempo. En el año
2000 dio un primer paso en esa dirección cuando Steve Ballmer,
compañero de clase en Harvard y empleado de la empresa desde 1980, fue nombrado
nuevo CEO. Él conservó la presidencia y fue nombrado arquitecto jefe de
software, un puesto que creó a su medida, pero en 2006 dio un paso más y anunció
su intención de ir reduciendo su jornada de trabajo diaria en la empresa para
terminar dedicándose casi por entero a su fundación, la Bill &
Melinda Gates Fundation.
Un visionario de
la tecnología dedicado a la filantropía
En 2008 culminó esa
transición. Dejando las tareas ejecutivas a un lado, su vertiente filantrópica
pasó al centro de su actividad diaria, aun conservando de forma casi honorifica
su puesto de presidente que ahora abandona. En los últimos años, Gates, ha
ganado más protagonismo por su obra social y su implicación en la resolución de
los grandes problemas de la humanidad –como el desarrollo del tercer mundo o la
lucha contra enfermedades como el SIDA o la malaria– que por su vinculación con
Microsoft. Él, que hizo conocida en los 70 su frase de que soñaba “con un PC en
cada escritorio y en cada hogar” se ha esforzado estos últimos años en poner el
acento en esas cuestiones.
Cuando en 2009,
invitado a participar en un congreso sobre tecnología en California, exclamó
“Los mosquitos transmiten la malaria. He traído algunos, y los voy a dejar que
pululen por aquí. Es injusto que sólo los pobres se infecten” y acto
seguido abrió un frasco de mosquitos ante una audiencia atónita, Gates
pretendía con su puesta en escena captar la atención de su público y
concienciar del problema que supone esa enfermedad en el mundo. Una muestra de
su cambio de prioridades.
Gates sigue
confesándose un amante de la tecnología, pero afirmaba recientemente –en una
entrevista concedida al Financial Times- que creía que el ser humano se estaba
“olvidando de lo esencial”. Su poder y su visión comprometida, más allá del
apartado tecnológico, lo han convertido en uno de los personajes más
influyentes a nivel mundial.
Pero es evidente
que Bill Gates no sería Bill Gates sin Microsoft. Tal vez por este motivo, y
cuando todo parecía indicar que se desvincularía casi totalmente, vuelve a
implicarse más en la compañía que cofundó. Ahora regresa al trabajo en
Microsoft para participar desde otra posición en la nueva etapa que comienza
bajo la dirección de Nadella y, según explica en el vídeo de bienvenida al nuevo CEO,
lo hace “emocionado” y a petición de este.
Microsoft es la
fuente principal de su fortuna personal (a día de hoy de 67.000 millones
de dólares, según la lista Forbes) de la que habría donado ya
al menos una tercera parte y de la que piensa seguir desprendiéndose dejando un
porcentaje “mínimo” a sus hijos, según él mismo ha explicado en diferentes
ocasiones, para que estos vivan bien pero tengan la necesidad de
trabajar.
La primera piedra
para construir su fortuna personal y su imperio de software la puso en 1975,
cuando fundó Microsoft junto con un antiguo compañero de escuela, Paul
Allen. Fue en Lakeside, el prestigioso colegio donde ambos habían
coincidido años antes, donde Gates se aficionó a la informática e se inició en
el mundo de la programación al tener la oportunidad de usar una de las primeras
computadoras.
Su empresa
despegaba rápido y Gates abandonó sus estudios en Harvard. En pocos años, su
estrategia visionaria les llevó a convertirse en el referente de sistema
operativo en un momento en que comenzó a despegar la informática personal, con
la compra de Ms-Dos primero y el desarrollo de Windows después. En el camino,
críticas por su agresiva estrategia empresarial o acusaciones de plagio,
sorteadas con ayuda de su ambición y su decidido carácter.
Gates, segundo hijo
de una familia acomodada, tuvo clara su apuesta por el software y no por el
hardware. Una elección que le dio buenos resultados, pero que resultó
insuficiente a partir de 2005, con el declive del PC, el auge de los
dispositivos móviles y la multiplicación de la competencia con el ascenso de
Apple, Samsung o Google. Escenario que obliga a la empresa creada por Gates y
Allen a no dormirse en lo que era una situación muy cómoda.
El pasado octubre,
pocas semanas después del anuncio de Ballmer de que abandonaría la dirección,
se conocía la noticia de que algunos inversores de la compañía de Windows querían
provocar también la salida de Gates de la presidencia máximo
accionista individual de la compañía (con más de 350 millones de títulos).
Querían un cambio que ahora llegará, al menos en parte, con el nuevo CEO y el
nuevo presidente, John Thompson. Pero la imagen de Gates seguirá vinculada a la
de la empresa que fundó.
El hasta ahora
presidente de Microsoft seguirá dedicando más horas a lo que desde hace algunos
años se ha convertido en su principal motivación, su fundación, nacida en 1997
y convertida hoy en una de las organizaciones filantrópicas más grandes del
mundo. Pero Gates parece estar de vuelta y desde su nueva función como
asesor su visión puede ser clave en esta nueva etapa de la compañía. Así lo
dejaba entrever en un video en el que felicitaba a Nadella y decía estar entusiasmado
por la era que comienza. “Será divertido definir los productos de la próxima
era”.
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