El fenómeno del micromecenazgo ha pasado en cuatro años de
ser una moda a convertirse en una realidad consolidada | Verkami, una de las plataformas pioneras a nivel español, ha
ayudado a financiar con éxito más de 1.700 proyectos en cuatro años
El micromecenazgo a través de internet es más que una moda. Casi
cuatro años después de que naciera Verkami, una de las plataformas pioneras en
nuestro país, se han llevado a cabo a través de ella más de 1.700
proyectos. A
ellos se les suman los que canalizan otras plataformas de micromecenazgo dentro
de nuestro país, como Projeggt, My Major Company o Lánzanos. No todas las iniciativas presentadas
culminan con éxito y consiguen dentro del plazo el soporte necesario para salir
adelante, pero muchas sí lo hacen.
Adrià y Jonàs Sala, fundadores de Verkami junto a su
padre Joan, pueden presumir de cifras: siete de cada diez proyectos que
alojan en su plataforma logran alcanzar la financiación que deseada. Todo
comenzó en 2009, cuando el fenómeno del crowdfunding a través de la web despegaba en
Estados Unidos, con plataformas como Kickstarter. Jonàs terminaba su doctorado en
física y Adrià la carrera de Historia del Arte, cuando su padre les habló del
fenómeno. A esta familia de Mataró, consumidores culturales, les gustó la idea
y se preguntaron: “¿Por qué no montamos algo aquí?”, recuerdan Jonàs y
Adrià. Después de un año dando forma a la iniciativa y a su futura web,
veía la luz Verkami para ayudar a nacer a su vez nuevos proyectos
Proyectos de gente que intenta abrirse paso y de
nombres ya consolidados. Cinematográficos, periodísticos, artísticos,
musicales, audiovisuales...De presupuestos más modestos o más grandes. También
de récord, como el del documental "L’endemà", de Isona
Passola, que
superó los 350.000 euros y batió todos los registros conseguidos por crowdfunding a nivel europeo. A través de la
plataforma se han apoyado todo tipo de producciones e iniciativas
independientes.
“Desde el principio vimos claro que el micromecenazgo
era la clave”, explica David Meseguer,
periodista freelance, reconociendo la dificultad para conseguir
coproducciones o apoyo institucional. En su caso, la falta de ayuda inicial no
fue un obstáculo que le hiciese desistir de su idea. Él y Oriol Gracià
–compañero de profesión– están detrás de The Silent Revolution , un documental que
acerca la realidad de los tres millones de kurdos que viven en Siria y su lucha
política y cultural, en el contexto bélico que vive el país, para tratar de
recuperar sus derechos como pueblo.
Para contarla arriesgaron mucho. Sus vidas –al viajar
al convulso escenario sirio– y también su dinero. Ellos adelantaron la cantidad
necesaria para el rodaje y después intentaron recuperar gastos y financiar la
postproducción. Tuvieron éxito y alcanzaron su objetivo de conseguir 6.000
euros.
De Verkami a los Goya
Hacer cine es caro. Financiar una película
completamente a través de la vía del crowdfunding parece complicado, pero
se puede conseguir, al menos en parte. Eso pensaron desde la productora Caballo Films, que vieron en el micromecenazgo
una vía complementaria para terminar de impulsar el rodaje de su largometraje Stockholm, en un
momento en que el fenómeno comenzaba a popularizarse en España.
Así, para completar el presupuesto de la producción se
recurrió a Verkami. “Fue un ‘subidón’ por lo que significó que tanta gente
aportase y apostase por el proyecto”, cuenta Rodrigo Sorogoyen, director y
co-guionista de la película, junto a Isabel Peña. En 10 días habían superado su
objetivo inicial de recaudar 8.000 euros, y al finalizar la campaña habían
alcanzado 13.050 €. En 2013 la película era ya una realidad y se estrenó en el
Festival de Málaga, donde ganó tres premios. La cinta, protagonizada por dos
caras conocidas, Javier Pereira y Aura Garrido, se acaba de convertir en una de
las triunfadoras de los premios Feroz y
cuenta, además, con tres nominaciones a los Goya –Mejor Dirección Novel, Mejor
Actor Revelación y Mejor Actriz Protagonista–.
“Llegaron aportaciones de desconocidos y también a
través de un círculo de familiares y conocidos a los que nunca se nos hubiera
ocurrido pedirle dinero”, recuerda Sorogoyen. En torno a cada proyecto se
crea una comunidad que se interesa y está dispuesta a darle soporte. Por eso es fundamental la
comunicación. Para ello la popularidad y la visibilidad que ofrece la
plataforma ayuda, pero no es suficiente. “Con solo lanzar el proyecto en la web
no llega, hay que crear previamente una estrategia de comunicación para que la
gente potencialmente interesada lo conozca incluso antes de ponerlo en marcha”,
afirma Meseguer. 'The Silent Revolution' recibió el soporte de numerosos
miembros de comunidades kurdas repartidas por Europa.
Cubrir gastos,
completar el presupuesto
Con la disminución de subvenciones y fondos para
programas e iniciativas culturales, portales como Verkami han supuesto para
algunos una posibilidad única para dar a conocer y sacar adelante su idea. Pero
desde esta perspectiva la cultura del micromecenazgo tiene también su lado
crítico, apuntan muchos de los creadores. La implicación de la comunidad no
puede desviar la atención de la escasez de subvenciones o la disminución de los
apoyos institucionales que siguen siendo esenciales.
“Solo de crowdfunding no se puede vivir. Cubres
gastos, completas los recursos necesarios para el proyecto y satisfaces las
recompensas”, explica Meseguer. Después llega el momento de ‘mover’ la
obra, por ejemplo, a través de festivales.
Las recompensas –lo que obtienen los ‘cibermecenas’ que confían en el proyecto
cuando este concluye con éxito y que van desde un DVD, un libro, la
participación como extra en el rodaje hasta la aparición en los créditos como
productor, según la naturaleza del proyecto y la cantidad aportada–, son parte
importante de la filosofía del micromecenazgo. “La gente que participa puede
conseguir cosas únicas, exclusivas”, explica Adrià Sala con total convicción, y
confiesa que ellos mismos han aportado dinero para algunos proyectos que les
han gustado especialmente.
La libertad de
autofinanciarse
Otro de los aspectos que caracterizan esta cultura, es
el control por parte del creador de todo el proceso, una vez que el proyecto
cuenta con la aprobación de la plataforma. Autofinanciarse y recurrir al
micromecenazgo puede limitar en algunos casos el presupuesto, pero ofrece
ventajas como la libertad de no tener interferencias de ningún tipo y trabajar
con independencia. “Lo principal era hacer la película que nosotros queríamos y
disfrutar la experiencia”, concluye Sorogoyen.
El micromecenazgo a través de la web surgió y se
consolidó en tiempos de crisis. Pero las posibilidades que ofrece de gestionar
la creación con más independencia o de una relación distinta con el público
hacen que tenga recorrido independientemente de la coyuntura económica. Es más:
“Probablemente funcionaría mejor en un contexto más favorable, la gente tendría
más recursos y habría más consumo cultural. Lo bonito es que la gente apueste
pese al contexto de crisis”, añade Jonàs Sala.
Más que una moda
pasajera
Ahora mismo sólo Verkami cuenta con 115 proyectos en
marcha. Alicia Álvarez, periodista musical, e Isabel Francoy, arquitecta y
artista visual, se encuentran en pleno rodaje de su documental mientras a
través de la web intentan conseguir parte de los fondos que necesitan. Su
proyecto “BCN, ¿sello discográfico?”,
recorre la escena de música electrónica de Barcelona para indagar en la
relación entre la ciudad como espacio físico y la música que se crea en él. Con
una idea muy clara, su iniciativa se ha ganado ya el soporte de muchos de los
nombres de referencia. “Los artistas se han interesado en el documental, nos
han apoyado y se han implicado mucho en darlo a lo conocer para que salga
adelante”, explica Álvarez. Por delante de su objetivo han pasado ya
arquitectos como José Zabala o Nacho Toribio y músicos como The Suicide of Western Culture, BeGun, Wooky o Alizzz.
Implicación, apuesta personal. Pero no se trata de
pedir limosna, sino de dar soporte y confiar en algo que se cree merece la pena
y quieres que se lleve a cabo. “Nosotros queríamos poner una herramienta a
disposición de los artistas”, concluyen Adrià y Jonàs Sala. Para eso nació
el crowdfunding, y surgieron webs como Verkami –un
neologismo en esperanto que significa amante de la creación–. Hoy más que un
fenómeno pasajero es una opción ya consolidada
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