Los hoteles de
lujo suelen alojar restaurantes de altura que merece la pena probar
Los hoteles de
lujo suelen ser una caja misteriosa para sus vecinos. A veces sus puertas son
vistas como murallas infranqueables, cuando debería suceder lo contrario. Son
símbolo de hospitalidad y, además, suelen encerrar restaurantes exquisitos
donde vale la pena reservar mesa para algún día especial. Fogones estrellados,
recetarios de otras culturas, tradición revisada o cocineros que se calzan el
neopreno para explorar las posibilidades del fondo marino son algunas de las
propuestas que sorprenden al comensal de los nuevos y muy cotizados
restaurantes de hotel.
El portal de Echaurren
Uno no sabe qué
produce más placer, si las mullidas camas con vistas a la iglesia o los
elaborados platos con los que el cocinero Francis Paniego revisa la tradición
riojana. Son antológicos su hierba fresca o el manto de hojas secas, platos
paisajísticos con los que hace un guiño a su entorno y, de paso, al paladar.
Hotel Villa Retiro
Las cocinas de
terruño son un orgullo para los cocineros y una fuente de sorpresas para el
comensal. Así lo entiende y defiende Francesc López en el restaurante del hotel
Vila Retiro, donde propone un recetario de alta cocina basado en productos del
Ebro. Ostras del Delta, angulas, productos hortícolas y aves acuáticas,
emparejados con buenos vinos de la Terra Alta y alrededores, son algunos de los
encantos de esta mansión indiana que se encuentra en Xerta. Desde hace poco,
López también oficia en el hotel Ohla del Ensanche barcelonés.
Kabuki Wellington
Es,
probablemente, el mejor restaurante de sushi de España. No en vano fue el
primer japonés en recibir una estrella Michelin (2009). En las cocinas del hotel
Wellington, el cocinero Ricardo Sanz casa la herencia mediterránea y la cocina
japonesa con una habilidad al alcance de pocos privilegiados.
Atrio
El cocinero Toño
Pérez defiende su tierra, Extremadura, en este pequeño relais & chateau del
centro de Cáceres. Exhibe su saber culinario con snacks como las cortezas
agridulces de cerdo ibérico, la panceta ibérica en tempura o el tartar de
ternera retinta; platos en los que fusiona producto local con acentos de
cocinas internacionales. Tan espectacular como su cocina es la bodega del
restaurante, que atesora más de treinta mil botellas, y el atento y amable
servicio de sala.
El motel
Forma parte de
la historia gastronómica catalana y sólo por eso merece una vista. Pero su restaurante tiene
también argumentos para convencer a los poco interesados en revisar el pasado:
el pichón, su arroz de langosta o sus famosos canelones son algunos.
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