El local, oculto
en un primer piso, acogerá desde el próximo viernes un proyecto nuevo con
música en directo y sin fumadores de pipa.
Tras un año y medio de
silencio, el local que acogió durante tres décadas elmítico Pipa Club de la plaza Reial de Barcelona volverá
a abrir puertascon un nuevo proyecto el viernes que
viene. Este primer piso de aires clandestinos volverá a ser un club para socios, pero
esta vez consagrado
a la alta coctelería y con
una estética y filosofía diferentes. Se llamará ‘Nou Pipa Club Plaça Reial’,
pero poco tendrá que ver el que refugió las madrugadas de cientos de
noctámbulos barceloneses de todas las edades. Ni tampoco con el Barcelona Pipa
Club original, el que se trasladó a Gràcia en 2015 a causa de la actualización del alquiler de renta antigua y
que sigue dando guerra –y humo– con programación estable. En el ’nuevo’ Pipa ya no habrá encuentros de
fumadores de pipa ni jam sesions de
jazz. Muebles, lámparas y decoración se han renovado por completo y el
escenario se reinventará con actuaciones unplugged y
un ciclo de monólogos.
El barman, que han traído
expresamente de un hotel de Madrid y se hace llamar ‘Mix’, preparará cócteles clásicos
reinventados –como los conocidos Negroni, Cosmopolitan, Mojito…– y una decena
de combinados de autor. El sello distintivo será la presentación de las copas,
con sofisticados toques perfume, texturas y envases. “Queremos revolucionar el
panorama coctelero de la ciudad, porque en Barcelona la cultura de cóctel aún
está bastante virgen”, defiende Leo, el responsable conceptual del nuevo local.
Habrá, por ejemplo, negronis macerados
en botella y servidos en una copa ahumada con madera y canela. Otro llegará a
la mesa acompañado de un perfumero antiguo o coronado con espuma de fruta, o un
ramillete de hierbas aromáticas, o chocolate blanco… Incluso uno de los
combinados se servirá en una bolsa tipo take away sentada
en una pequeña silla.
Para subir al local
habrá que llamar al mismo pequeño timbre, en la portería del número 3 de plaza
Reial. Al cruzar el umbral, personal del club solicitará el carnet de socio al
visitante o le ofrecerá inscribirse gratis en menos de un minuto. De hecho, la
licencia del local exige que sea un club con acceso restringido a socios.
“Queremos seguir teniendo ese rollo de local oculto, que tienes que saber que
existe para encontrarlo, que se genere una comunidad y que podamos tener un
detalle con los socios al menos una vez al año…”, señala Leo, que era
parroquiano habitual del viejo Pipa hace una década y lamenta que el turismo y
el público juvenil de madrugada transformaron el ambiento bohemio de los
inicios.
El negocio lo
regentan ahora, con el alquiler actualizado, dos particulares –padre e hijo–
que se han aventurado a reformular el emblemático local. La apertura aún no se
ha publicitado, aunque el blog Barcelona Singularavanzó esta semana en Twitter que pronto volvería a agitarse
cocteleras en el antiguo santuario de pipas. “Los vecinos nos han dicho que
durante los meses que ha estado vacío igualmente cada noche siempre había
alguien que picaba al timbre, así que confiamos en que simplemente se correrá
la voz”, apunta el diseñador. Abrirá de miércoles a lunes de 21h a 03h, por lo
que ya no amparará la clásica última copa tras
el cierre de los bares cercanos. “No queremos ser un after”, advierte.
La previsión
inicial es que el público mayoritario sean barceloneses de 25-30 años a unos
60, aunque si viene un turista –que hoy son la fauna nocturna más habitual de
la plaza– no le cerrarán la puerta. “Estamos abiertos a cualquier persona, pero
no nos publicitaremos en busca de turistas por ejemplo”, avisa. El mismo
edificio, que data del siglo XVIII, hay actualmente apartamentos turísticos.
“También
intentaremos que no se llene de chavalines de 20, para que no sea un local
incómodo para una pareja de 50 que quiere tomar algo tranquilamente”, detalla.
La barrera de entrada en estos casos suele ser, simplemente, el precio de las
copas. Sin embargo, avisa el responsable, “los cócteles oscilarán entre los 9 y
los 12 euros” para no perder público potencial: “En Barcelona puedes cobrar los
cócteles muy caros, pero si no son asequibles no se genera cultura coctelera y
pasa lo qué pasa, que los jóvenes beben solo cubatas”.
Además de brebajes agitados,
servirán también cerveza de marca catalana, cervezas artesanas de Sabadell y
vinos seleccionados por una bodega local. “Y tendremos gintónics para los
incondicionales, aunque a nuestra manera, más divertidos y pasados por la
coctelera”, agrega. En el escenario, que antes acogía actuaciones de jazz y
clases de tango, habrá música en formato acústico y monólogos.
El Pipa original sigue vivo en Gràcia
El Barcelona
Pipa Club abrió el local de plaza Reial en 1982 y fue un pionero en la
introducción del jazz en Barcelona. Tenía azulejos hidráulicos, cortinajes
verdes en las puertas, billar, sofás y diferentes salas –una de ellas, la más
íntima, dedicada a Sherlock Holmes– conectadas por un pasillo siempre lleno. Su atmósfera diferente y añeja tenía solera para los noctámbulos
veteranos y la vez resultaba encantadoramente vintage para las nuevas
generaciones. Las paredes estaban revestidas de fotografías antiguas, vitrinas
con pipas llegadas de todo el mundo –incluso una que usaba Salvador Dalí– y
referencias al pintor Pere Pruna, que vivió y trabajó en este primer piso.
En junio de 2015 se
extinguió el contrato de renta antigua que tenían y una brutal subida del
alquiler –hasta 8.000 euros al mes– obligó a la Junta Directiva del Club a
buscar otro local más asequible. Este mismo julio se mudaron al número 21 de la
calle Santa Eulàlia, en el barrio de Gràcia, donde siguen muy
activos fumando en pipa y
convocando jam sesions y
conciertos de jazz y swing aunque sin la gran afluencia de su larga etapa en
Ciutat Vella. “En la plaza Reial teníamos un 50% de guiris y esta será la gran
diferencia; no nos interesa el low cost y la
borrachera“, confesaban al
semanario L’Independent
de Gràcia cuando acababan de abrir el
nuevo local. El club pronto cumplirá 40 años, gestionado como siempre por la
junta que representa a los socios, con programación cultural estable, tabaco de
pipa... y la barra antigua con las jarras colgando y el retrato de Sherlock. Se
la llevaron con la mudanza, junto con las sillas tapizadas de verde y la pasión
por las pipas.
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