Los beneficios
de comprar teléfonos tan caros se escapan a la mayoría de la población, ¿tiene
sentido este gran desembolso?
El precio medio
de un smartphone vendido en el mundo hoy no llega a los 200 euros. En las manos
de casi 2.600 millones de personas hoy en el mundo, hay una pequeña máquina
capaz de conectarse a un repositorio que aúna toda la información conocida por
la humanidad, Internet.
No solo eso. Los
smartphones son nuestras cámaras y máquinas de recuerdos, los utilizamos para
conectar con amigos, trabajar, estudiar, conseguir dinero, buscar pareja,
conseguir entretenimiento y mucho más.Vivimos en la era de simbiosis
entre humano y smartphone.
No resulta
extraño pues, que muchos consideren que esta relación entre animal y máquina,
biología y tecnología, sea suficientemente importante como para invertir algo
más de dinero. Al fin y al cabo, casi 20 millones de usuarios utilizan su
smartphone cuatro o más horas al día. Más que las televisiones.
A pesar de esta
realidad, gran parte de la sociedad sigue encerrada tras líneas ideológicas
basadas en falsas nociones de necesidad: “No necesito un smartphone” o “no
necesito Internet”. Que en ocasiones y con el paso de los años y la evidencia
del tiempo, acaban respondiendo con un “Yo con un smartphone normalito me
conformo”. Cierto.
¿Si solo van a
utilizar WhatsApp para qué quieres un smartphone de 600 euros? El dinero es
limitado, y su experiencia no va a mejorar mucho, o eso creen. Lamentablemente
esa afirmación solo es verdad hasta cierto punto.
Es cierto que
los beneficios de tener un smartphone disminuyen a medida que incrementa el
precio. La diferencia entre poseer un
smartphone de 200 euros y no tener es increíble a nivel social, laboral y
personal. Mientras tanto, los beneficios que conseguimos entre un
smartphone de 400 y otro de 600 euros se reducen a mejoras en las cámaras,
resistencia al agua o pantallas de mejor calidad.
La diferencia se
reduce aún más cuando alguien opta por comprar un smartphone de 1000 euros o
más, frente al mismo modelo de 700 euros. Consiguen cámaras ligeramente
superiores, pantallas algo más grandes y más almacenamiento.
¿Qué diferencia un móvil de
gama alta de 400 euros de otro gama alta de 1.000 euros?
A pesar de ello,
comprar un smartphone de 1.000 euros tiene sentido para muchos, incluso para
alguien que nunca lo haya considerado. Beneficios que a primera vista pueden
parecer intangibles para la mayoría, pero que dada la creciente simbiosis
mencionada antes, empiezan a materializarse.
Si tienes hijos, en unos años te arrepentirás de las fotos que
sacaste con esa cámara tan mala. Si utilizas WhatsApp, te
arrepentirás de no poder almacenar todos los vídeos de tus familiares y amigos
por quedarte sin espacio de almacenamiento. Si tu móvil cae al fregadero,
tendrás que pagar una cara reparación o comprar uno nuevo porque no elegiste el
modelo resistente al agua.
Los beneficios
siguen. Empezarás a tener que elegir entre tener un servicio post venta
adecuado o tener que gritarte con “líneas 900” con representantes de atención al
cliente incapaces de darte una solución. Si tus ojos empiezan a sufrir
por leer en una pantalla LCD con una calidad y resoluciones pésimas, lamentarás
no haber comprado una pantalla que haga menos daño a tu vista.
Por último, los
smartphones más caros aguantan años sin necesidad de ser renovados, e incluso
tienen un índice superior de actualizaciones de seguridad recibidas por parte
de los fabricantes. En muchos casos, y simplemente mirando el gasto, tiene
sentido el desembolso.
Al fin y al
cabo, “solamente” utilizas tu smartphone varios cientos de horas al año... Si
comprar un coche más seguro, un colchón más cómodo o electrodomésticos de mayor
calidad que duren una década más, ¿por qué nos sigue extrañando que la gente
invierta dinero en un buen smartphone?
Sencillamente, aumentar la
inversión en el dispositivo electrónico más útil para nuestro día a día es
razonable y sensato
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