Algunos comensales lamentan no
poder disfrutar de la presencia de sus ídolos
¿Tiene que estar presente
siempre el superchef en el restaurante? ¿Hay que darle la razón al comensal que
protesta porque llevaba tiempo esperando el gran día (y probablemente ahorrando) para
acudir a todo un templo gastronómico y su ídolo no estaba?
Es la eterna pregunta y una de las múltiples cuestiones que se
debatieron en la última edición del encuentro Diálogos de Cocina, que se ha
celebrado esta semana en el donostiarra Basque Culinary Center. En una simulada
charla de taberna frente al público, reflexionaban entre bromas cómplices
Andoni Luis Aduriz (ideólogo del interesante certamen) y el chef mexicano Jair
Téllez.
El primero recordó que hay una
gran diferencia entre verdaderos cocineros y meros ensambladores de alimentos,
argumentaba que detrás de chefs como él hay un equipo perfectamente preparado y
lamentaba no tener el don de la ubicuidad (“Algunos comensales esperan que yo
sea quien cocine las 1.400 bocados que se sirven en Mugaritz por servicio, que sea
quien va al mercado, quien recoge las flores, quien los reciba y quien los
despida al marcharse”).
Su colega añadía que cuando
alguien le recrimina que estuvo en su restaurante y no lo vio, se queda con
ganas de responderle: “Ayer estaba y tampoco le vi a usted”. La argumentación
al respecto del brillante publicista Toni Segarra no pudo ser más explícita.
Defensor de la cocina de vanguardia como un arte de una profunda complejidad,
recordó a los super cocineros que
más aún que artistas son personajes famosos que tienen fans e intérpretes, como
los músicos.
Y les puso el ejemplo de Beyoncé, quien puede
vender un perfume propio o sacarle el rendimiento que considere a su marca
(aunque también advirtió de la necesidad de que cada cual piense muy bien su estrategia
y gestione sus apariciones) pero es imposible que se ausente de su propio
concierto. Y el restaurante de alta cocina es, no nos engañemos, el equivalente
a ese concierto.
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