La cooperativa de integración social L’Olivera y Turisme de Barcelona
firman un acuerdo para vender los caldos de la ciudad
Con las uvas de variedad
garnacha y syrah que hace 16 años –en tiempos del alcade Clos– el Ayuntamiento
plantó en torno a la vieja masía de Can Calopa de Dalt, en Collserola, se
elaboran los vinos Vinyes de Barcelona, de la DO Catalunya. Desde mayo, esas botellas con la B destacada en sus etiquetas, cada año
con un nuevo diseño, que hasta ahora se utilizaban para servir en las
recepciones municipales, ya se pueden comercializar.
Los beneficios se reinvierten
en la masía y la pequeña bodega que gestiona la cooperativa de integración
social L’Olivera, que nació en Vallbona de les Monges y que acaba de firmar un acuerdo con Turisme de Barcelonapara dar
visibilidad al trabajo que hacen en la finca de Collserola y fomentar su
actividad de enoturismo.
La idea, explica Maite Teruel,
desde Turisme de Barcelona, es “incorporar la actividad enoturística de Can
Calopa con visitas o catas a nuestro programa Food & Wine; dar a conocer
que hay un vino que se elabora dentro del mismo término municipal,
por lo que hablamos de kilómetro 0, y que detrás hay un proyecto social, algo
que también encaja con nuestra política cooperativa”.
Maria Dolors Llonch, ingeniera
que decidió posponer su jubilación para volcarse en la dirección del proyecto
de L’Olivera en Collserola, explica que ellos son los hermanos pequeños de la
cooperativa de Vallbona. “Pero mientras allí acogen a personas mayores
sin familia, aquí viven y trabajan jóvenes con discapacidad intelectual o
física en riesgo de exclusión social que siempre que es posible tratamos de que
lleguen a independizarse. Ahora mismo, además de los 12 que viven aquí hay
cinco chicos que ya están en pisos y vienen a trabajar, porque somos un centro
especial de trabajo”.
Es el caso de Meritxell Muñoz
o de Johnatan Horta. Él trabaja en las viñas: “A veces
podo las cepas, echo el abono o etiqueto las botellas. El trabajo me gusta,
pero detesto el frío”. Ella ocupa uno de los dos nuevos puestos de trabajo que
genera el nuevo espacio en el que han empezado a vender los vinos y ofrecer
catas.
“Es como si fuera una
camarera, pero centrada en el vino. Me gusta mi trabajo, aunque siempre tienes
tus temporadas”. La agrotienda es parte del proyecto de
enoturismo que atrae a visitantes, algunos de los cuales se quedan
a comer y a probar unos vinos en el antiguo comedor de la casa, que han
arreglado.
Algún día, explica Iñigo Haughey,
enólogo de Can Calopa desde hace un año y medio, esperan que el Vinyes de
Barcelona llegue al máximo posible de tiendas de la ciudad y que
los turistas quieran llevárselo como recuerdo de su paso por Barcelona. Él, que
vive en Sant Cugat, es un enamorado del parque natural de Collserola, por donde
siempre le gustó pasear o salir a correr.
No dudó en dar un giro
profesional para estar en el lugar que le gusta y donde además está implicado
en un proyecto social, algo que ya había probado y que
le resulta muy estimulante. “A veces hay que tener paciencia porque el
trabajo no siempre se hace en el tiempo que tú habías previsto, pero eso es
algo a lo que no cuesta acostumbrarse”. Su reto, explica, es mejorar el
producto año tras año huyendo del trabajo protocolario para centrarse en las
características de las variedades con las que, asegura, se obtienen vinos
interesantes, “frescos y con buena acidez”.
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