La Alta Costura más ‘prêt-à-porter’ de Valentino que quiere honrar a los que nadie ve

Pierpaolo Piccioli ha presentado su colección más diferente hasta el momento


París. La avenida de los Champs Élysées conducía al majestuoso Hotel Salomon de Rothschild. Era un día lluvioso como muchos otros en la capital francesa. Todos estaban expectantes por ver aparecer al gran Pierpaolo Piccioli en escena y a su propuesta para la Alta Costura primavera-verano 2018.
Lo que no sabían era que la colección no trataba de él, ni era un culto a la moda, ni tenía un único referente. Cada una de las prendas rendía homenaje a los trabajadores del ‘atelier’ de Valentino -los verdaderos motores de la firma- y llevaban bordado en su interior el nombre de la modista que la había confeccionado.
Karl Lagerfeld ya dedicó su colección de Alta Costura otoño-invierno 2016 a “les petites mains”, las costureras de los cuatro talleres de la firma francesa. Porque en cuanto a reconocimiento, es de los menos agradecidos. Nadie sabe quién confeccionó el diseño de Givenchy que llevó Audrey Hepburn en ‘Breakfast at Tiffany’s’. ¿Verdad? Pero sin esa persona ese vestido no habría sido posible.
Siempre en el anonimato, en la sombra. A Piccioli no le gusta su apodo: “Odio cuando se les llama ‘petite main’. No son ‘manos’ , son personas”, dijo. Y él ha querido sacarles a desfilar y darles el protagonismo que merecen.
La mujer que ha presentado Valentino se aleja de la imagen de princesa cansinamente estereotipada y se enfunda unos pantalones de traje oversizede la tela más exquisita que uno se pueda imaginar. El diseñador demostró que la alta costura también puede significar pantalones y él los conjuntó con camisas y blusas con grandes lazadas y, como no, con abrigos extra largos y capas. Porque hay muchas maneras de estar y sentirse espectacular, más allá que con un vestido. Un prêt-à-porter de Alta Costura.
La fantasía de la firma italiana recayó también en la mezcla de colores -Piccioli tiene un especial cariño al binomio rojo-rosa- y en los grandes tocados de plumas, un juego de movimientos que proveían incluso de más vitalidad al diseño. Los volantes en los vestidos aportaban volúmenes imposibles.

También hubo espacio para los vestidos, por supuesto. Y eran del estilo renacentista al que nos tiene acostumbrados. Pues no se trata de perder la esencia sino de adaptarse a los nuevos tiempos. En definitva, la mujer de Valentino ya no quiere ser una princesa, ahora quiere reinar.

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