Schnapps que conquistan el mundo

Jägermeister triunfa con su mezcla de tradición y modernidad


¿Cómo empieza uno a interesarse por el alma de una empresa?

Un deslumbrante bólido naranja recibe a los visitantes en el amplio hall de la sede de Jägermeister en Wolfenbüttel (Baja Sajonia, Alemania). Atrae tanto, que los jóvenes –bata negra con toques de naranja corporativo idéntico al del fórmula uno– que esperan para explicar los 80 años de historia de este licor único tienen que esforzarse para captar la atención.

“El coche es una reliquia; la marca fue pionera del patrocinio deportivo, pero hace años llegamos a la conclusión de que alcohol y deporte no hacen buena pareja y hemos buscado otros ámbitos”, explica la relaciones públicas mientras amablemente aparta al curioso de esa belleza mecánica de 1974 y lo lleva hacia un planta superior donde empieza a explicar la historia de la marca sobre el fondo sonoro de un... ¿futbolín?

Efectivamente: en un pasillo, dos oficinistas se echan una partidita con toda la tranquilidad del mundo en un descanso laboral. Y aquí estamos: en el corazón de la ‘rígida’ Alemania, en la cuna de un licor de hierbas ‘tradicional’ que sin embargo ha conquistado el mundo de la noche en 130 países, dentro de un moderno cubo de cristal, admirando un F-1 naranja, acompañados por una joven calzada con unas bambotas negras de plataforma –calzado cómodo, preparado para recorrer los kilómetros de laboratorio y bodegas que esperan–, mientras un par de compañeros suyos se desestresan a pelotazos.

Así es como uno empieza a interesarse por el alma de una empresa. Y se pone a escuchar.

La historia de la casa comenzó con Wilhelm Mast, el padre del inventor del licor, que en 1878 creó una empresa de importación de vinos y vinagres. Su hijo, Curt, no tuvo bastante y quiso ampliar horizontes con la elaboración de licores; creó muchos, pero el que consiguió más proyección fue Jägermeister, obtenido en 1934 a partir de 56 elementos vegetales naturales frescos, procedentes de todo el mundo, que se infusionan en diferentes alcoholes para extraer lo mejor de cada uno, y madurado en toneles de madera antes de elaborar la mezcla final. La fórmula exacta es un secreto que sólo conocen cinco personas de la compañía.

‘Jägermeister’ significa ‘maestro cazador’ y alude tanto a la gran afición de Curt -muy común en su zona, por otra parte- como al público al que en principio iba dirigido el producto; por eso en la etiqueta figura el ciervo icónico de san Huberto, el patrón de los cazadores –un desalmado matador de animales que se convirtió al cristianismo y al ecologismo tras toparse con un ciervo iluminado con un cruz refulgente entre las astas–. Por eso la botella es a prueba de golpes; Curt se aseguró de ello haciendo ensayos con decenas de modelos sobre el suelo de tarima de roble de su propia cocina. La idea era que los cazadores pudieran llevarla encima y celebrar con un trago el inicio y el final de cada montería.

Durante décadas, Jägermeister contó con un público devoto… que por razones biológicas se iba reduciendo año tras año. Entretanto, hubo tiempo de perfeccionar un sistema con 383 controles de calidad, convertirse en la primera marca comercial en patrocinar un equipo de fútbol –el Eintracht Braunschweig alemán, con el consiguiente escándalo y el choque contra la normativa–, esponsorizar a tenistas, equipos de fórmula uno… Hasta que Jäger –así la llaman los incondicionales– conectó con una nueva manera de entender el consumo de alcohol, próxima a un público que siempre se renueva: los jóvenes.

Todo comenzó por encontrar la manera de hacer llegar a los consumidores la experiencia de consumo perfecta de Jäger: un trago muy corto servido exactamente a –18ºC. Hasta entonces, la distintiva botella verde se había extendido ya por Europa, parte de África y Estados Unidos, pero nadie garantizaba ese punto exacto de servicio. El cambio de estrategia que permitió apuntar a la juventud y el mundo de la música pasó por la distribución de miles de ‘tap machines’, un ingenio que enfría la bebida al instante a la temperatura perfecta para tomar un chupito y que se ha hecho imprescindible en todo acontecimiento musical y local de moda que se precie.

Hoy, tras conquistar la noche, Jägermeister apunta a nuevas creaciones; la primera se llama Manifest y es un licor ‘premium’ de producción limitada que comparte la base de -infusionado de su herma¬no mayor, pero es más ¬complejo, ya que una parte de los principios botánicos infusionados madura en barricas de roble nuevas. Además, a diferencia del licor clásico, se toma frío, no helado. Y los maestros destiladores de la casa anuncian que en el futuro sus bodegas alumbrarán más sorpresas.

La otra cara de esta renovación es la coctelería. Los botánicos con los que se elabora Jägermeister –el maestro destilador Mr. Fritz, uno de los cinco custodios de la fórmula secreta, desmiente la leyenda urbana de que lleva sangre de arce– aportan cuatro gamas de sabores: dulces, picantes-terrosos, amargos y cítricos. Una tentación para la mixología, que justo está empezando a descubrir este licor como base para combinados, tanto creaciones nuevas como versiones de clásicos, como por ejemplo el Berlin Mule–mezcla de Jäger y ginger beer con zumo de lima–, muy refrescante, o un manhattan en el que el licor alemán juega con el clásico bourbon y vermut.

Es una nueva apuesta por un consumo adulto y responsable, pero también por un público culto y cosmopolita, que cuadra con el alma de esta casa, tradicional y alternativa a la vez, fiel a una esencia poco convencional, que en pocos años parece haber hecho un viaje alrededor del mundo, recogiendo experiencias y creciendo, a la velocidad de un fórmula uno.


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