Maria Grazia Chiuri hace un
llamamiento al espíritu rebelde e inconformista de los protestantes
Le quartier latin, mayo
de 1968, París. Las imágenes en blanco y negro de estudiantes lanzando
adoquines sobre las barricadas todavía se utilizan para definir un momento
vital de la historia moderna de Francia. Una revolución que ponía en cuestión
la vida cotidiana, la izquierda, la sexualidad y el patriarcado. Los jóvenes,
sin importar sexo e identidad, tomaron el control de las calles para cambiar
el status quo.
Ya han pasado 50
años de aquel mes de mayo pero aún queda mucho camino por recorrer. Bajo
un enorme cartel en el que se leía “I am a woman” (soy una mujer), Maria
Grazia Chiuri ha querido rememorar el espíritu rebelde e inconformista del
68, en su colección otoño/invierno 2018, para animar a las mujeres a
sumarse a la revolución.
Sin apenas buscarlo, Dior
se ha convertido en la alumna ejemplar del instituto. Ella enseña sus deberes,
los lee en voz alta y los demás se limitan a tomar nota -algunos con más acierto
que otros-. Chiuri fue de las primeras en convertir su pasarela en una
reivindicación feminista. Comenzó con una camiseta -que a posteriori todos
copiarían- siguió con su llamamiento a honrar al colectivo de mujeres artistas
y hoy pide un alzamiento colectivo.
”Human Rights”. “Protests”.
“Empowerment”. “Lavoix des femmes”. “Mini skirts Forever”. El museo Rodin se ha
convertido en un gran mural compuesto por 3.000 pancartas de proclamas
feministas, fotos de archivo de manifestaciones y portadas de antiguas
revistas. Estas últimas curiosamente rasgadas, rotas a la altura de los ojos de
la modelo.
Una escenografía espectacular,
ideada por el artista Alexandre de Betak, que necesitó el trabajo de 150
personas a lo largo de tres semanas. Silencio, el show -o en su defecto, la
DioRevolución- está a punto de comenzar. Los focos alumbran la pasarela y con
ellos aparece la primera modelo. “C’est non non non et non” (Es no, no no
y no) se lee en su jersey.
Trajes de cuadros y faldas de
tartán y tul semitransparente. Americanas y vestidos con estampado patchwork.
Botas infinitas que se confunden con los propios pantalones. Y un claro dominio
del cuero, ese guiño al espíritu rockero de las mujeres Dior siempre
presente.
Llama en especial la atención
una camiseta con la silueta de una mujer. No se la reconoce, al igual que a las
protagonistas de las portadas de las revistas que están empapelando el museo
Rodin les han rasgado los ojos. Son mujeres anónimas, como las propias
modelos del desfile a las que Chiuri les ha colocado una gorra marinera y unas
gafas de sol que ocultan su mirada. Porque no se trata de señalar a un
individuo sino de influir a un colectivo. La revolución será feminista o no
será.
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