EL GIGANTE VERDE RETA A EUROPA



El frenazo de China ante la admisión de los residuos procedentes de otros países ha colapsado la gestión europea de los mismos. La declaración del gobierno chino sobre la China verde ha dejado en sus puertos barcos europeos cargados de residuos que no han tenido más remedio que dar vuelta atrás.
En 2017 el volumen de ventas de plástico y papel a China descendió muy significativamente y en 2018 los residuos europeos se han quedado sin mercado. Irlanda no ha podido vender el 95% de su basura y sus plantas de reciclaje, bastante pequeñas, no dan abasto. En Reino Unido sucede algo parecido. Una primera solución europea es la venta a Vietnam, Indonesia y Malasia pero a largo plazo, su política se acercará a la China.
Permítanme que ponga en duda la repentina conciencia ecológica de uno de los países tradicionalmente más rebeldes al cumplimiento del protocolo de Kyoto y a todos los acuerdos y medidas de alcance mundial para el bien colectivo que supone la protección medioambiental. Ha tenido China que llegar a niveles de emisión de CO2 escandalosos puesto que junto con Estados Unidos eran responsables del 38% de las emisiones de gases de efecto invernadero de todo el mundo. La ratificación del acuerdo alcanzado en la cumbre del clima en París es un paso supuestamente trascendental para que este pacto pueda entrar en vigor. El gigante asiático se compromete a alcanzar su pico de emisiones en 2030 y  a aumentar la proporción de sus fuentes de energías no contaminantes hasta un 20% del total, mientas que EEUU deberá reducirlas en un 28% en menos de 10 años.
El gigante oriental lleva años de desarrollo industrial. Cabe recordar que la producción industrial de China creció un 6,6% interanual en 2017, en comparación con el 6% registrado en 2016. Se atribuye al fuerte crecimiento de los nuevos sectores de manufacturación, como el de los robots industriales. Los vehículos de nuevas fuentes de energía, los robots industriales, la energía solar y los circuitos integrados han eclipsado a la mayor parte del resto de los sectores en términos de producción en 2017, con crecimientos del 51,1, el 68,1, el 38 y el 18,2 por ciento interanual, respectivamente. La producción industrial, llamada oficialmente valor agregado industrial, se usa para medir la actividad de determinadas grandes empresas con un volumen de negocios de por lo menos 20 millones de yuanes, lo cual equivale a 3,1 millones de dólares.
China ha dado con el muro con el que topó Europa hace mucho tiempo: tiene ya suficientes residuos propios. Además, el empresariado oriental es rápido de reflejos y está apoyado por un gobierno que sabe ver en cada momento una oportunidad de crecimiento para el país: China está reciclando ya sus propios residuos. Lo que no se les escapa a los orientales -ejemplares en el mundo de los negocios- es que este jaque a Europa servirá no sólo para poder disponer de un tiempo en el que podrá reciclar sus propios residuos, darles salida y llevar a cabo la reconversión de los mismos en clave circular, sino también para abrir un compás de espera en el que tiene la esperanza de poder negociar condiciones más favorables para seguir siendo el vertedero de Europa.
Europa, saturada ahora de residuos, ha incrementado su normativa sobre reciclaje y circularidad hacia sus países miembros en búsqueda de una desesperada respuesta a la gestión de su propia basura. Quizás esta espada de Damocles con que China amenaza a Europa sea una oportunidad para la industria y la empresa europea. Un esfuerzo de imaginación y circularización puede ser la solución, pero no perdamos de vista que el cumplimiento obligado de la normativa europea lleva aparejadas subvenciones a la industria y a la empresa procedentes de fondos públicos. Una característica muy propia de la economía neoliberaleral europea, según la cual el esfuerzo económico de los fondos públicos está justificado en favor de las empresas, lo privado.
Europa ha recurrido a un relato antiguo para convencer a su población de la necesidad de mermar los caudales públicos en beneficio del desarrollo de lo privado: el bien colectivo por la preservación medioambiental. No siendo éste suficiente, se ha reforzado con la zanahoria de la creación de puestos de trabajo tanto en empresas que pasan de la linealidad a la circularidad como con la creación de puestos de trabajo al gestionar los residuos. Gran argumento en una Europa inmersa en una tremenda crisis laboral para tentar a sus pueblos con la esperanza del pobre: que no falte empleo. Los que ven cómo se recortan prestaciones propias del estado del bienestar -desaparecido ya en la noche de los tiempos-, los que soportan los gravámenes de la energía, el paro, los bajos salarios, la precariedad laboral y pensiones de vergüenza -para las que no hay dinero- son los que acaban siendo los únicos paganos de los platos rotos del plante del gigante verde.

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