Los expertos en
moda cargan contra el diseñador y tachan su propuesta de ser “el after de la
after party”
Hedi Slimane era el llamado a salvar el
negocio de Céline. Algo así como el ‘Mesias’ de la moda entendida
meramente como algo empresarial. El todo por las ventas. El francés venía de
triplicar los ingresos de Saint Laurent en apenas cuatro años y, según Business
of fashion tenía que “alcanzar entre dos y tres millones de euros en
los próximos cinco años”.
Slimane prometía hacer grandes cosas para la
histórica maisonfrancesa. El primer cambio que instauró fue quitarle
el acento a la marca. Céline pasaría a ser Celine a secas. Bien, este
pequeño gesto, por insignificante que pareciera en aquel momento, era el
vaticinio de lo que estaba por venir.
“Aquellos que temían que iban a llegar a su
fin los días en los que la marca definió lo que significaba ser una mujer
inteligente, adulta, autosuficiente, ambiciosa y elegantemente neurótica
estaban en lo cierto”, dijo la famosa crítica del New York Times, Vanessa
Friedman, en su crónica.
¿Qué había pasado con todas aquellas
expectativas puestas en Slimane? La respuesta es sencilla: se habían chocado y,
literalmente, roto al destripar todo el legado que había dejado su
antecesora, Phoebe Philo.
Lo que hizo el actual
diseñador de Celine fue “copiar” lo que ya hacía para Saint Laurent hace cuatro
años. Él, fanático de los minivestidos rockeros con exceso de brillos
y metalizados -que funcionaban en aquel entonces- los reversionó e introdujo a
la fuerza en una colección vacía en esencia y contenido.
La mujer Céline siempre ha
sido reacia a todo tipo de sexualización de su imagen y anteponía la feminidad
y elegancia por encima de todo. Slimane en su época en Saint Laurent era
atrevido, sugerente, explosivo. Pasados unos años, la sociedad ha avanzado y
sobretodo el despertar feminista ha cambiado las reglas del juego.
Parece que el diseñador, ajeno a todo cambio,
quiso aplicar ese mismo concepto en su nuevo trabajo. Pero esa no-evolución acabó
por pasarle factura: “Slimane no parece interesado en dirigirse a los problemas
mundanos de las mujeres. Su moda no está aquí para resolver problemas. Que
tu psicólogo sea el que te los solucione. Sus diseños son sobre esa visión. No
son acogedores. Son el after de la after party”, dijo Robin Ghivan, de The
Washington Post, tras ver el desfile.
Una prueba irrefutable de su auto-plagio la
sacó a la luz la famosa cuenta diet_prada, que se dedicó a hacer varios
collage de los diseños que hacía para Saint Laurent y los que diseñó ahora para
corroborar que eran prácticamente calcados.
Tras este aluvión de críticas, el programa “5
Minutes de Mode by Loïc Prigent” del canal de TMC de Francia hacía pública una
entrevista con el diseñador en la que tachaba de conservadores y puritanos a
sus detractores.
“Se trata de política, conflictos de
intereses pero también asombrosas exageraciones de conservadurismos y
puritanismo. La violencia es una reflejo de nuestro tiempo, el espíritu de
agitación de las redes sociales, a pesar de que son una herramienta comunitaria
formidable. Ya no hay límites, el odio se amplifica y se hace cargo”, explicó.
Y lanzó una pregunta a los medios anglosajones: “¿significa esto que las
mujeres ya no son libres de usar minifalda si lo desean?”.
Quizás el problema se encuentre en focalizar
la atención en la prenda. Una colección que se basa en plagiar una anterior, no
tiene alma y esencia, es una copia. Cuando, además, te cargas el adn de la
firma, se convierte en algo que puede llegar a generar repulsión. Ahí está el
quid de la cuestión, Sr. Slimane, no era el momento, ni el lugar.
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