De las smart city a las smart nation


Seis ideas de ciudades inteligentes que inspiran un futuro cada vez más cercano


La ciudad holandesa de Utrecht es un paraíso para ciclistas, que incluso pueden informarse en paneles electrónicos sobre el número de plazas libres en cada uno de los parkings para bicicletas. Singapurya ha instalado una red de 500 sensores en las calles que monitorizan detalles como el consumo y los escapes de agua e incluso dispone de un sistema que detecta a los que se están ahogando en una piscinay avisa a los socorristas. La policía de Nueva York ya ha implementado un sistema para escuchar disparos en tiempo real. Y en Estocolmo ya circula, en un corto de recorrido de kilómetro y medio, el primer bus sin conductor, el Easy Mile EZ10, capaz de transportar a 11 pasajeros.
Las ciudades inteligentes avanzan sin que, en muchos, casos, sus ciudadanos sean conscientes del todo de cómo la digitalización y el progreso tecnológico van aplicándose en pequeñas utilidades que van a determinar nuestras vidas en los próximos años. Esta semana Barcelona ha sido la capital mundial de las ciudades inteligentes con motivo del salón Smart City World Expo Congress, que ha certificado el viraje hacia las smart nation.
Singapur guía el siguiente paso. Aprovechándose de su condición de ciudad-isla-estado, ha ampliado su foco al de smart nation, una nación inteligente. En el futuro el concepto de smart city quedará lastrado si no va acompañado de una smart nation en la que también tengan cabida la gestión a través de la Inteligencia Artificial, el Internet de las Cosas, la nube o la tecnología 5G de móvil.
Una etiqueta única QR utilizable para los pagos de tasas y facturas de suministros, el pase SingPass Mobile para realizar los trámites administrativos de la ciudad o una red de transporte en las que las frecuencias de buses varían en función de los datos en tiempo real que se van procesando para saber en qué lugares hay que reforzar las rutas de autobuses. Son ejemplos de las ventajas que los ciudadanos de Singapur disfrutan ya, de un conjunto de soluciones urbanas que han influido en una mejora de los servicios públicos y que son un referente mundial, como atestigua el premio de Ciudad Inteligente 2018 que se le ha concedido en el Smart Ciy World Expo Congress de Barcelona.
Las ventajas de las ciudades inteligentes a veces quedan enterradas entre el miedo a perder la privacidad de datos y el entramado de palabras de las tecnologías de la información, que apenas dejan ver el cambio que supone para los usuarios. Porque una smart city es simplemente una ciudad que utiliza la digitalización y las nuevas tecnologías para simplificar o mejorar la vida de sus residentes, de sus visitantes y de sus negocios.
Por ejemplo, Singapur ya están ensayando una tecnología de ticket de transporte público sin manos que permite entrar y salir sin hacer colas ni pasar por taquilla y que carga los cargos pertinentes a una cuenta asociada. Parece un paso lógico y pequeño, pero que sería en España un gran avance en cercanías, donde Renfe aún dispone de un servicio de venta de billetes de tren que precisa de personal para explicar el funcionamiento a muchos usuarios que no consiguen adivinar cómo hacer la compra.
De las muchas ideas que se han mostrado estos días en Barcelona hemos seleccionado las propuestas de seis ciudades que marcan el futuro en los ámbitos de la educación, la energía, el transporte, la movilidad, salud o vivienda.
Dubai es un alumno aventajado de Singapur. “Lo que intentamos es que nuestra ciudad esté más orientada al ciudadano, hacer más feliz a la gente utilizando la tecnología”, dice Aisha Bin Bishr, directora general de Smart Dubai. Por eso, los residentes del emirato árabe ya pagan sus facturas e impuestos -desde las tasas municipales a las facturas telefónicas- con la tarjeta Dubai Now.
Las propuestas para asentar Dubai como una smart city van desde el uso de una plataforma de negocios con todos los datos que precisen los inversores para decidir por qué barrio deben decantarse, a un asistente de inteligencia artificial, llamado Rashid en honor al fundador de Dubai, que es capaz de resolver cualquier duda que se tenga sobre la ciudad, o un programa de salud que informa del tiempo de espera en cualquier consulta médica.
El caluroso emirato árabe está buscando soluciones inteligentes para solventar el gran problema de los atascos. Al contrario que en las ciudades europeas, donde la movilidad inteligente pasa también por la economía compartida y el uso de alternativas a los vehículos como las bicicletas o los patinetes eléctricos, Dubai centra su estrategia en el big data para recomendar las mejores rutas a los conductores, la electrificación de los vehículos y el experimento del Hyperloop.
“Para el 2020, que organizaremos la feria mundial, queremos que el transporte sea con vehículos autónomos sin conductor”, asegura Aisha Bin Bishr, quien, sin embargo, no se atreve a dar una fecha de lanzamiento para el Hyperloop, el transporte de pasajeros en un tubo al vacío, que se está probando, como concepto y como tecnología aplicable.
“¡Vaya!”, exclama Andrey Belozerov, consejero de Estrategia e Innovaciones de la alcaldía de Moscú mientras muestra la aplicación que conecta al millón de alumnos de enseñanza primaria y secundaria que hay en la capital rusa. Le acaba de llegar en ese instante el suspenso de su hijo en un examen de lengua rusa. “Si no sabe eso es culpa mía”, se lamenta. El envío de notas al instante a los padres es uno de los avances del programa de educación (e-learning) creado por Moscú para ser una ciudad inteligente.
El programa educativo inteligente conecta a 2 millones de padres, 1,2 millones de alumnos y 70.000 profesores de Moscú. “Lo que hace única a Moscú es su solución a gran escala, todo muy centralizado, desde el principio pensamos en proyectos que abarquen a toda la ciudad”, insiste Belozerov, quien afirma que un 77% de la población ya tiene acceso a los smartphones, lo que supone nueve millones de personas. Ciudades como Moscú ya han adoptado el voto electrónico. En el futuro, quienes no tengan un móvil inteligente, no solo en Moscú, sino en todo el mundo, deberán seguir ejerciendo el derecho a voto a la manera tradicional, si es que se mantiene esa posibilidad.
El programa de e-learning es solo uno de los muchos de los que presume Moscú como smart city. La capital rusa presume de tener 30.000 puestos de wifi públicos, de ser la única ciudad del mundo con cobertura wifi en todos los túneles de la red de metro, y de haber puesto en marcha proyectos inteligentes de salud para la detección precoz del cáncer de pulmón.
Nell son las siglas del programa de salud inteligente de La Haya, que ha recibido el premio de “Ciudades inclusivas y compartidas” del Smart City World Expo Congress por su intento de buscar soluciones para ciudadanos de la tercera edad a partir de un intercambio de experiencias y resultados. El eHealth Living Lab, como se llama la plataforma holandesa premiada, ha empezado su programa con 150 adultos mayores y los resultados deberían servir para ser aplicables como políticas nacionales y nuevos modelos de negocio.
De momento la iniciativa holandesa se ha centrado en las interacciones sobre enfermedades crónicas, la baja alfabetización digital y las necesidades en la tercera edad. Uno de los propósitos de esta línea de investigación consiste en cómo lograr que los adultos mayores puedan pasar más años en sus domicilios gozando de más salud, ya que el sistema sanitario no puede absorber la demanda de residencias y personal de atención médica. Pasa en Holanda y en el resto de Europa. En La Haya están escuchando las experiencias de los implicados para ver cómo se puede llevar una vida activa y encontrar soluciones para la soledad de los adultos mayores.
Los programas de salud inteligente, con capacidad para interconectar a los pacientes, los hospitales y las ambulancias, están llamados a revolucionar los sistema de salud pública en la próxima década más allás de los intercambios de diagnóstico. Sin ir más lejos, en Catalunya, esta semana se ha anunciado que el SEM se ha dotado de un software que permite enviar la información del paciente antes de que llegue al hospital y que los médicos preparen la atención necesaria.
La Haya forma parte de la Alianza de Ciudades Compartidas a la que también pertenecen Barcelona, Dallas, Gante, Gotebor, Copenhague, Nueva York, Seúl, Singapur, Tel Aviv, Toronto, Amsterdam, Maribor, Malmoe o Washington DC.
Muhammad Yunus, el premio Nobel de la Paz del año 2006, dijo durante su conferencia magistral en el Smart City World Expo de esta semana en la Fira de Barcelona que “las ciudades inteligentes deben ser proveedoras de cuidados”. No fue solamente Yunus. Andrew Keen, el empresario y escritor británico-estadounidense críticocon las deshumanización que conlleva la tecnología, incidió en que las ciudades inteligentes deben estar “libres de algoritmos” para evitar que se conviertan en San Francisco, la ciudad de referencia del Silicon Valley donde conviven los multimillonarios magnates de las empresas tecnológicas -Apple, Google, Yahoo, Facebook...- junto a una creciente población de indigentes callejeros.
Los sudafricanos de Delft Link colaboran en esta idea socializadora de smart city que defienden Yunus y Keen. Su proyecto, encabezado por dos estudiantes, Jonathan Wilson y Anees Arnold, se ha llevado el premio a la idea innovadora de la exposición celebrada en Barcelona por su programa de vivienda asequible auspiciada por la comunidad. Se trata de una aplicación que facilita que trabajadores de renta baja del asentamietno de Delft South de Ciudad del Cabo se conviertan en micro-desarrolladores de sus nuevas viviendas poniéndolos en contacto con promotores, inversionistas y colectivos de la comunidad.
Dos capitales nórdicas, Estocolmo y Oslo, están en la delantera de la planificación pública hacia una ciudad inteligente. La capital sueca cuenta con un programa ambicioso de mejorar la eficiencia de los servicios públicos, como la mejora del sistema de residuos urbanos, y Oslo ha apostado por ser la capital europea de los vehículos eléctricos con el horizonte de tener una flota exclusivamente eléctrica para el 2030.
Los países nórdicos no limitan sus proyectos de smart city a las grandes capitales sino que lo hacen extensible a ciudades pequeñas o de tamaño medio. Stavanger, con 130.000 habitantes, también ambiciona el futuro. Socia del Triangulum tecnológico formado junto a Manchester (Inglaterra) y Eindhoven (Holanda), la ciudad noruega protagoniza una programa pionero de energía sostenible con la Planta Central de Energía (CEP), donde se genera electricidad aprovechando las aguas residuales y pluviales. “El concepto es que todas aguas de desecho de una casa, sean de la ducha, del retrete o del lavaplatos, acaben transformándose en energía”, resume Inge Vikshäland, directora de comunicaciones del proyecto Smart City de Stavanger .
Las ciuades de Lepizig, Praga y Sabadell son ‘followers’ del Triangulum y están a la expectativa para replicar iniciativas como la CEP.
Andrew Keen, en su charla en el Auditorium de la Fira de Barcelona, citó explícitamente a Estonia como modelo de país que está desarrollando el concepto de smart city sin olvidar la dimensión humana. “Estamos todos comprometidos, es la ventaja de ser un país de 1,3 millones de habitantes, en el que vamos juntos si nos proponemos una meta”, dice Kairit Sikkal, directora del proyecto Trade Estonia.
El país báltico ha logrado que las entidades públicas y las empresas se asocien para que la capital Tallín y el resto del país sean pronto otra smart nation. En la capital estonia, por ejemplo, se podrá ver pasos de cebra inteligentes que estarán conectados a la red de tránsito y a los vehículos que circulan. Una empresa estonia, Bercman, está preparando un modelo en el que una voz avisará al conductor imprudente de los daños que puede ocasionar y cuánto tiempo le resta para atropellar al algún transeúnte si no aminora su velocidad o cambia su trayectoria.
Toda esta tecnología requerirá de una conectividad mejorada para que no haya desconexiones letales en la red viaria, por eso la necesidad de pensar en unidades territoriales que van más allá de las ciudades. Los tiempos en los que habrá un control dinámico de los semáforos -que se pongan en verde o rojo en función del tráfico y de los coches, bicicletas, o buses que detecten los sensores y las cámaras- ya están más cerca.

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