Los quince años
de amor del gigante sueco H&M con grandes nombres del mundo del lujo
“Juntos, mejor”, dicen las frases optimistas
que se leen en algunas tazas del café de las ocho de la mañana. Ese chute de
cafeína es tan necesario como para la multinacional H&M las
colaboraciones con grandes nombres de la industria del lujo. El objetivo
es democratizarlo o, en otras palabras, ofrecer piezas de alta gama a precios
objetivamente asequibles para todos.
El inicio de esta bonita historia de amor
entre el gigante sueco y el lujo data del 2004 y tiene nombre
propio: Karl Lagerfeld. El káiser de la moda fue el primero en colaborar
con una colección cápsula no exenta de polémica. Aquello que comenzó siendo una
idea muy interesante “en términos de historia de la moda”, acabó significando
una ruptura amorosa entre ambas partes.
La edición limitada se agotó en cuanto se
puso a la venta. “No produjeron suficientes prendas y no se pusieron a la venta
ni en la mitad de sus tiendas”, afirmó en aquel entonces el diseñador. Para
acabar de hundir a la marca, Lagerfeld expresó su malestar respecto al tallaje
de H&M ya que él sólo diseñaba “para gente esbelta”.
A pesar de que ese primer amor no llegó a
buen puerto, a nivel de ventas, supuso una inyección económica muy importante
para la compañía así como un ascenso en su valor de marca. En el 2005 ya sonaba
el nombre de Stella McCartney como posible nuevo affaire de H&M. La
diseñadora británica recopiló más de 40 prendas y accesorios que repasaban los
diseños más exitosos de su carrera, con ese espíritu femenino que la
caracteriza, y lo plasmó en su colección cápsula.
En el 2006 fue el turno para Viktor &
Rolf, los maestros de la moda arty. El dúo holandés incluyó piezas básicas como
vaqueros, pero también trajes y vestidos de cóctel. Los excesos llegaron con
Roberto Cavalli, en el 2007, con vestidos plagados de dorados, lentejuelas y
tejidos brillantes.
Estas relaciones esporádicas tenían una gran
acogida y, el gigante sueco quiso ir un paso más allá y sedujo a la japonesa
Comme des Garçons. La marca creada por Rei Kawakubo –a quien en el 2016 le
dedicaron una exposición en el célebre Museo Metropolitan de Nueva York– llevó
los diseños más vanguardistas a la moda de bajo coste.
En el 2009 aterrizó Jimmy Choo con sus características
tachuelas, cristales y estampados animales. Lanvin trajo la diversión y una
explosión de color en el 2010. Pero la euforia se desató en el 2011 en forma de
colas interminables para comprar alguna de las piezas de Versace x H&M.
Tras dos años de colecciones plagadas de
extravagancias llegó el minimalismo de Maison Martin Margiela. En el 2013 la
colaboración con la francesa Isabel Marant consiguió que las celebrities se
dieran codazos en París para hacerse con sus prendas.
La colaboración más deportiva corrió a cargo
de Alexander Wang, en el 2014, y probablemente la más exitosa fue para Balmain.
La resaca que dejó la #Balmaination, con Gigi
Hadid y Kendall Jenner al mando, quería perdurar en el tiempo e invitó a Kenzo
a la fiesta. Pero ni sus estampados estrambóticos, sello de la firma, pudieron
estar a la altura de Balmain.
Después llegó la estética
británica que entusiasma a las Middleton, Erdem, para culminar en el 2018 con
la logomanía, la cultura pop y el descaro de Moschino. En el 2019 se cumplen
quince años de esta relación entre el low cost y el lujo y qué mejor que el
romanticismo de Giambattista Valli para conmemorar esta bonita historia de amor.
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