La creadora del
vestido que liberó a la mujer fue Henriette Nigrin, oculta tras la figura de su
carismático esposo
Antes de que
Coco Chanel presumiera de haber devuelto la libertad al cuerpo de las mujeres,
en 1909 Mariano Fortuny, español de Venecia, patentó la túnica Delphos, un
vestido diseñado inicialmente para ser llevado en el ámbito doméstico, sin ropa
interior, directamente sobre la piel desnuda, que con el tiempo se convertiría
en emblema de la liberación de la mujer (¡fuera corsés!), marcando una
auténtica revolución en la indumentaria femenina del siglo XX.
Desde la
bailarina Isadora Duncan a la mecenas y coleccionista Peggy
Guggenheim, la actriz Julie Christie, la pintora y escritora Gloria
Vanderbilt, la compositora Alma Mahler o la brillante y combativa
intelectual Susan Sontag –que fue fotografiada por su pareja Annie
Leibovitz con este modelo como mortaja–, el vestido Delphos ha formado
parte del ropero de las más diversas mujeres. También de las colecciones de los
más importantes museos –fue la primera pieza de indumentaria en entrar a formar
parte de las colecciones del MoMA de Nueva York– o la literatura (Marcel
Proust vistió con él a algunas de las protagonistas femeninas de la
monumental En busca del tiempo perdido).
Mariano Fortuny
y Madrazo fue un artista de múltiples talentos: pintor, escultor, fotógrafo,
iluminador, escenógrafo... Un hombre de genio y extraordinaria energía que creó
todo un mundo visual a su alrededor –inventó un sinfín de patentes relacionadas
con la luz y se le llegó a conocer como ‘el pequeño Leonardo’– pero fueron sus
telas y tejidos, y sobre todo la túnica Delphos, las que le otorgaron un
auténtico lugar entre los grandes creadores del siglo XX.
Pero, ¿y si
resulta que Fortuny no fue en realidad quien la ideó? ¿Si detrás de esos
hermosos trajes plisados de seda japonesa rematados con cuentas de cristal
de Murano se escondía un inventor oculto? Una exposición celebrada en 2016 en
el Museo Fortuny
de Venecia daba a conocer por primera vez públicamente que la creadora
del famoso plissée ondulée fue en realidad su compañera y
colaboradora Henriette
Nigrin , tercamente relegada por la historiografía al papel de modelo
y musa.
No era una
conjetura. En la muestra se exhibía una copia de la solicitud de patente
presentada en París en 1909 acompañada de una breve carta en la que propio
Fortuny escribió: “Esta patente es propiedad de Madame Henriette Brassart [su
apellido materno], que es su inventora. Tomo la patente a mi nombre por la
urgencia de la presentación...”. Tal vez la verdadera razón es que en
Francia seguía en vigor el código napoleónico y las mujeres no podían hacer
negocios a su nombre. O quién sabe si pensaron que poner el nombre de Fortuny
era una manera más fácil de ganarse la aprobación de un jurado formado
obviamente por hombres. El documento se halla en la Biblioteca Nacional
Marciana, al igual que una carta de la propia Henriette tras la muerte de su
marido, en 1949, en la que informa a su amiga y colaboradora neoyorquina Elsie
McNeill de que “he tomado la decisión irrevocable de cesar la producción
comercial [de los vestidos Delphos]. Considerando que estos vestidos, como
tantos otros, son de mi propia creación (....) deseo poner la palabra fin”.
¿Y ahora qué?
El Museu del Disseny de Barcelona, que cuenta con un modelo
desde el 2008, acaba de incorporar el nombre de Henriette Nigrin como
coautora del diseño, pero su nombre permanece todavía secuestrado para los
visitantes del MoMA y el Metropolitan de Nueva York o el Victoria and Albert de
Londres. Historiadores como Silvia Bañares, que el pasado año presentó una
comunicación en el Coloquio de textil y moda, se han hecho eco de la nueva
atribución, pero aún quedan muchas incógnitas por resolver, como la fórmula
secreta de los tintes naturales que utilizaban los vestidos y que, se cuenta,
Henriette arrojó al Gran Canal al día siguiente de la muerte de su marido.
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