¿Arte o alta costura? Su mutua
influencia llena varios museos de la ciudad
La ruta por
el Metropolitan Museum, en Manhattan, transcurre en medio de momias,
sarcófagos y esculturas de la antigüedad. El destino es la exposición In
pursuit of fashion (en búsqueda de la moda), the Sandy Schreier
collection . Al llegar, el contraste es más que evidente entre las piedras
milenarias egipcias y los elegantes vestidos de alta costura, donde sobresalen
las creaciones del catalán Marià Fortuny i Madrazo en la primera
mitad del siglo XX.
El camino en el interior
del Museo de Brooklyn pasa por la galería de arte americano del siglo
XVIII –de colonia a estado– donde un majestuoso retrato de George
Washington pintado por Gilbert Stuart parece estar colgado ahí para
dar la bienvenida. Más allá del primer presidente de Estados Unidos emerge la
muestra Pierre Cardin, future fashion. Si Washington se pudiera
girar y ver el panorama que se abre a su espalda, se le caería el peluquín ante
el vestuario espacial de la creatividad del ítalo-francés.
Las dos exposiciones coinciden
estos días en Nueva York, la primera hasta el 17 de mayo y la segunda cierra el
5 de enero. No es más que una prueba del tirón de un mundo que no hace tanto
estaba adscrito a la frivolidad y lo efímero. Ahora se presenta en los grandes
templos de la creatividad y mantiene un cara a cara con las obras consideradas
maestras en la pintura o la escultura.
No sólo eso. La expansión del
Costume Institute en el Met, gracias a su líder, la poderosa Anna Wintour, ha
hecho que las exposiciones anuales que convoca cada primavera sean por lo
general las más vistas. Auténticos bombazos contra los que sólo pueden competir
los máximos nombres y no siempre logran superar a montajes como los inspirados
en la influencia del punk, de China o de la iglesia católica en los diseños de
la indumentaria.
La historiadora Kristina
Haugland, que el pasado año ejerció de comisaria en el Museo de Filadelfia de
la exhibición titulada Del nuevo look de Dior hasta hoy , sostuvo
entonces que “la moda es un arte, por supuesto”. No es lo mismo pero es igual.
“Aunque es algo diferente a otros tipos de arte, en sus líneas y creatividad
hay algo más que lo que la gente utiliza para vestir”, matizó. “Los vestidos
son como esculturas, la diferencia es que las lucimos en el cuerpo y no son
estáticas”.
“Una pieza no sólo expresa la
visión del diseñador, sino también el gusto y el tiempo en que se creó. Es una
inmersión visual. Hay una relación muy próxima entre moda, historia y cultura”,
remarcó.
No hace tanto que Richard
Martin, historiador en la materia, crítico y curador a cargo del Costume
Institute hasta su fallecimiento en 1999, calificó de “esfuerzo alienígena” la
labor de los coleccionistas de moda. Así se expresó “por la distancia percibida
respecto a la práctica de coleccionar bellas artes y por los desafíos de
preservación y exhibición que plantea ese medio”.
Esta cita de Martin aparece a
la entrada de la exposición organizada en el Met entorno a ochenta piezas -de
un total de 165 prometidas-, que ha donado la coleccionista Sandy Schreier, una
de las pioneras, de la que dicen atesora más piezas que nadie.
Tal descripción seria hoy
totalmente diferente y está colocada en el acceso para resaltar esta
transformación. “Hoy la moda ha encontrado un lugar seguro en los museos”,
remarca el dossier de prensa sobre esta exposición. El Met, como otras grandes
instituciones, otorga un trato estelar al ingenio de los modistos. Atrae
público.
El asunto queda claro nada más
entrar a la sala. Lo primero que surge es un maniquí ataviado con un vestido de
noche de seda rosa y oro, un diseño de telas suntuosas y ricos bordados
procedente de la firma Madeleine & Madeleine. Refleja la elegancia de los
felices años veinte en París.
La pasión de Schreier por la
moda proviene de su infancia y la adquirió precisamente visitando el Instituto
de Artes en Detroit. A la vista de las pinturas en los que había ropas y
vestidos magníficamente representados empezó a concebir el pensamiento de que
la moda era una forma de arte.
“La colección de Sandy es una
expresión de su extraordinaria visión: su concepción de la moda como una forma
de arte, incluso mucho antes que muchos museos lo apreciaran en ese mismo
sentido”, remarcó Jessica Regan, curadora de esta propuesta
En la exposición predomina la
elegancia por encima de la extravagancia habitual. A pesar de algún vestido
ilustrado, como uno de celulosa con las latas de sopa Campbell que inmortalizó
Warhol, los elementos más atrevidos son los complementos, como los sombreros.
Se suceden los nombres:
Mos-chino, Christian Francis Roth, Dior, Karl Lagerfeld, Maison Margoise,
Chanel, Balmain o, por supuesto, Balenciaga. De entre todos, el que cuenta con
un mayor número de piezas es Fortuny y Madrazo, uno de los primeros diseñadores
que forjaron el tesoro de Schreier. Marcel Proust alude al catalán en su obra
cumbre, En busca del tiempo perdido , del que afirma que su trabajo
es “fielmente antiguo pero marcadamente original”.
En cambio, Pierre Cardin en
Brooklyn resulta original, sin duda, aunque comparado a la otra exhibición de
Manhattan, ésta es fielmente moderna, galáctica. Desde la música –allá recuerda
a un concierto de cámara y aquí a una sala new age– al montaje, marcado por una
poderosa luz de varias tonalidades, pasando por el uso de vídeos y el núcleo
mismo escenificado con 85 elementos. Cardin, que a los 97 años sigue
trabajando, rompió barreras, “continuamente imaginó el futuro durante siete
décadas de carrera”, señala la documentación.
Todo esto le hizo ser muy
cinematográfico. Sus creaciones vistieron a los protagonistas de Star
Trek , mientras que Jeanne Moreau o Mia Farrow se cuentan entre sus
modelos.
“No sólo imaginó el lenguaje
de la ropa con nuevas siluetas y materiales, incorporando ideas unisex y el
diseño de la era espacial que fueron radicales para su tiempo, sino que también
previó cómo se podría democratizar”, reitera esa información.
“Mi deseo fue que mis
creaciones fueran accesibles a un gran número de personas llevando la alta moda
a la calle”, según sus propias palabras. De ahí que se inventará lo de prendas
“listas para usar” bajo su concepción filosófica: “La moda no debería ser un
privilegio. Si vas a ser copiado, puedes hacerlo tú mismo”, en otra de sus
citas.
Como escribió Jasson Farago en
su reseña para The New York Times sobre las piezas expuestas,
“algunas son elegantes, muchas son risibles, pero el conjunto incorpora una
visión exuberante del futuro que lo distingue decididamente del pasado”.
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