Dicen
que la moda es un reflejo de nuestro tiempo, y en un momento tan sombrío como
este (desde los incendios que arrasan Australia al conflicto en Oriente Medio,
pasando por las interminables huelgas de transporte en Francia), esta es la
temporada de Alta Costura más controlada que hemos visto en París en mucho
tiempo.
Una
temporada marcada por el espíritu de empoderamiento femenino, una silueta
radicalmente reducida y, lo más memorable, por el desfile de despedida de Jean-Paul Gaultier,
bajando el telón a una carrera de medio siglo y cerrando un gran capítulo de la
moda francesa: la era del diseñador.
En
términos de actitud, la lucha por el empoderamiento de las mujeres volvió a
ocupar el protagonismo en una temporada con muchas mujeres en el panorama de la
Alta Costura. En cuanto a los estilismos, vimos una reducción radical en
los volúmenes y un mayor énfasis en las formas clásicas, como en el desfile de
Christian Dior, donde la mayoría de propuestas parecían haber sido diseñadas
para las antiguas diosas griegas.
"En
mi opinión, las diosas están en todas partes, en el arte y en la vida, ¿por qué
no en la moda?", afirmó la directora creativa de Dior, Maria Grazia
Chiuri.
Dior
logró combinar empoderamiento y clasicismo en una colección presentada en el
interior de una carpa gigante con forma de torso femenino. Titulada "The
Female Divine", la obra fue creada por la artista feminista estadounidense
Judy Chicago.
En Chanel, la modista Virginie Viard hacía
referencia a una concepción más católica de la espiritualidad. Viard buscó
inspiración en un viaje a Aubazine, el austero convento cisterciense al que
Coco Chanel fue enviada a los 12 años tras la muerte de su madre.
El
resultado fue una colección ascética pero bastante hermosa. Los elegantes
trajes de cuadros se cortaban siete centímetros por encima de la rodilla y se
combinaban con zapatos de charol negros y calcetines blancos de colegiala,
compartiendo la pasarela con vestidos con bolsillos de lana gris oscuro con
hombros escapulares, o para mujeres con verdadera autoridad, vestidos con
cinturón negro y una gran abertura, como el que lució Gigi Hadid, madre superiora de Chanel esta
temporada.
Una
Semana de la Alta Costura en la que no faltó el romance, pero nuevamente de
tipo empoderador. Como en Givenchy, donde la atrevida colección floral
de Clare Waight Keller hacía
referencia al legendario jardín inglés Sissinghurst, un oasis del norte que
fue, en parte, el fruto del amor entre dos mujeres: Vita Sackville-West y Virginia Woolf.
Waight
Keller jugó mucho con los volúmenes en su desfile, al que asistió el fundador
de esta reciente obsesión en la Alta Costura: Pierpaolo Piccioli, de
Valentino. Piccioli, sin embargo, controló las dimensiones de su propia casa
esta semana, trabajando fabulosamente la faya con sorprendentes remolinos que
recordaban a las películas Technicolor, diosas de la pantalla de los años 50 y
socialités italianas de mediados de siglo.
También
vimos un romance surrealista y seductor en Schiaparell, mientras que Elie Saab sorprendió con una colección
imperial mexicana. Armani Privé propuso un estilo etnográfico sofisticado con
un desfile protagonizado por el Ikat, con el que Giorgio atrajo a la estrella
más grande de la semana, Reese Witherspoon.
Al
ser la temporada de premios en Estados Unidos, la temporada de la moda de enero
no suele atraer a muchas estrellas de cine. Si a eso le sumamos la huelga de
transporte y la preocupación por las manifestaciones de los chalecos amarillos,
el resultado es la temporada con menos grandes actrices de la década.
El
último día, después de que se fueran los principales editores de revistas, era
posible cazar a algunas jóvenes promesas. Los modistas experimentales mantienen
viva la tradición de la Alta Costura como laboratorio de moda.
Como
Yuima Nakazato de Japón, con una colección completamente elaborada con un
material nuevo, Brewed Protein, un tejido de base molecular que se moldea
alrededor del torso o el cuerpo. Al tocarlo, daba la sensación de ser una goma
muy aireada, aunque a diferencia de la goma, Brewed Protein transpira, por lo
que ninguna de las modelos tenía aspecto de haber sudado tras el desfile.
Inspirada
por el manga y la cosmología, Nakazato creó algunas formas y siluetas
fantásticas con pliegues de acordeón flotantes, rematados con un extraordinario
tocado de plumas.
Una
hora más tarde, Sofia Crociani, de origen toscano, mostraba algunas propuestas
con perfiles y contornos notables. Mezclando motivos clásicos con conjuntos de
telas revueltos. Una especie de fusión entre Praxételes y John Chamberlain.
Cumpliendo el otro deber de la alta costura: ser un laboratorio de moda.
Sin
embargo, en última instancia, esta temporada será recordada por ser la
despedida de Gaultier, cuyo desfile compuesto por 250 propuestas presentadas
ante 1500 seguidores y amigos que le animaban en el interior del Théâtre du
Châtelet pasará a la historia como la despedida más feliz de cualquier modisto.
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