Lejos del fiasco que vaticinaban algunos, la Semana de la Moda de Milán concluyó el lunes con un resultado más que aceptable. La Cámara Italiana de la Moda (CNMI) demostró su capacidad para gestionar un evento de este tipo con total seguridad, organizando una semana que marca la entrada de la moda en una nueva era. Además consiguió transmitir a todos los actores del sector, tanto a los presentes en Milán como a quienes siguieron el evento desde el otro lado del mundo, una dulce sensación de vuelta a la normalidad.
Primer punto positivo: esta es
la primera vez que una Semana de la Moda tiene un impacto ambiental tan bajo.
El centro de Milán nunca había estado tan tranquilo en una época como esta.
Nada de tráfico, sin multitudes ni histeria. Muchos reconocen que "esta
vez fue mucho mejor". Tomarse el tiempo necesario para disfrutar de un
desfile sin salir corriendo al siguiente, disfrutar del momento con cierta
convivencia, compartir emociones con una comunidad... Estas son las nuevas
sensaciones que ofreció esta semana milanesa, que sin embargo fue muy completa.
Con 21 desfiles en vivo en
cinco días (frente a los 19 en ocho días de París) y numerosas citas y
presentaciones paralelas que gozaron de una gran cantidad de público gracias a
la mayor disponibilidad de los compradores y la prensa, pero también gracias a
la tecnología digital, el evento dio paradójicamente la impresión de ser más
rico que en el pasado.
"Dada la situación
actual, todo ha salido muy bien. Queríamos mostrar al mundo que es posible seguir
adelante, mientras convivimos con el virus, y lo hemos conseguido. Estos
desfiles de moda han demostrado la resiliencia de las marcas y empresas
italianas, capaces de adaptarse a pesar de las enormes dificultades causadas
por la pandemia de Covid-19", declaraba el presidente de la Camera della Moda, Carlo Capasa.
"Muchas personas nos
felicitaron y nos dijeron que se sintieron seguras en Milán en todo momento gracias
a las medidas adoptadas", añadía, destacando también "el increíble
impacto que ha tenido lo digital con más de 20 millones de visitantes en
línea".
Algunos cientos de periodistas
pudieron viajar hasta aquí (frente a los varios miles habituales), sobre todo
alemanes, españoles, ingleses, suizos y escandinavos, pero también varios
japoneses y muchos rusos.
Según las primeras cifras
publicadas por la Cámara de la Moda, su plataforma digital registró un aumento
de visitas del 125 % durante esta Semana de la Moda en comparación con la
semana masculina celebrada en Milán en julio. Consiguió 825 552 vistas
directas, mientras que su espacio "Live Room", alojado por el gigante
chino Tencent,
registró 26,1 millones de vistas.
Desfiles al aire libre
Las casas pusieron a prueba su
imaginación para garantizar la seguridad de sus invitados y personal. Se
organizaron muchos desfiles al aire libre, bajo las arcadas de los majestuosos
patios de muchos palacios milaneses, y en sus jardines, o incluso en la calle,
como el de Marco Rambaldi en la Via Lecco, y también
en el fondo de una piscina al aire libre en el caso de Sunnei.
En la mayoría de casos, las marcas repartieron mascarillas y se respetó
rigurosamente la distancia entre espectadores. Pero el distanciamiento no
implica salas vacías. Dolce & Gabbana, por ejemplo, contó con un tercio del
aforo habitual y llegó a los 350 invitados. En general, la sensación era la de
acudir a un desfile normal.
"Los desfiles tienen
sentido y creo que se deberían haber hecho más. En mi opinión, el vídeo digital
no deja ninguna señal. Es verdad que Milán estaba medio desierto, pero
contábamos con ello. Somos conscientes de que nos espera otro año
idéntico", afirmó Riccardo Grassi, que dirige el showroom que lleva su
nombre.
En comparación con el mes de
julio, el distribuidor de moda italiano ha duplicado el número de visitas a su
plataforma online gracias a esta semana de la moda, pero físicamente su
showroom tiene un 90 % menos de visitas que el invierno pasado.
Beppe Angiolini, dueño de la marca Sugar en Arezzo, también mostró su satisfacción por esta semana medio física medio digital, con un buen equilibrio entre espectáculos físicos y vídeos. Algunos de ellos dejaron huella y alimentaron los debates al pie de la pasarela, como el tan esperado desfile de Prada, con Raf Simons al mando por primera vez junto a Miuccia Prada.
"Es un momento especial y, dadas las dificultades encontradas, las
colecciones no estuvieron todas en lo más alto, pero compré mucho",
reconoce el minorista. Es cierto que en algunas colecciones puede sentirse el
impacto del confinamiento, realizadas con menos medios y tiempo.
En general, los diseñadores milaneses han vuelto a una moda esencial y
concreta. Una vena minimalista recorrió la mayoría de las pasarelas con
innumerables "total looks" y prendas monocromáticas en tonos neutros
o sorbete. Se hizo hincapié en varias prendas imprescindibles, como el traje,
el vestido de tirantes, la camisa masculina, los pantalones cortos y la falda.
Hay que destacar el uso de
tejidos técnicos, como el nylon, o materiales clásicos como el algodón y la
seda, además de la abundante presencia de tejidos de punto y encajes. En
cambio, los diseñadores han recurrido poco a estampados y decoraciones. Con la
excepción de las plumas, que se utilizaron para adornar varios trajes, como
haciendo un llamamiento urgente a la ligereza.
Más que con dibujos y estampados, los diseñadores jugaron con diseños gráficos
y motivos geométricos, como lunares y cuadros. La otra gran tendencia ha sido
el patchwork, con la idea subyacente de ahorrar y reciclar utilizando los
restos de tela disponibles. Dolce &
Gabbana creó una colección entera bajo esta premisa.
Además, nadie ha pasado por
alto que muchas casas han recurrido a modelos de todas las edades y de todo
tipo, incluyendo modelos de talla grande como en el caso de Fendi y
Versace. Al final, Milán consiguió llevar a cabo una semana de la moda
completamente responsable.
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