Una imponente estructura ovalada que irradiaba una cegadora luz blanca esperaba la llegada de los invitados en el centro del Paris La Défense Arena, la inmensa sala del oeste de París acostumbrada a acoger los partidos del equipo de rugby Racing 92 o conciertos de la talla de grupos como los Rolling Stones. En esta ocasión, la maison Givenchy hacía las veces de anfitriona para celebrar el primer desfile presencial, y la tercera colección de prêt-à-porter, de su creativo Matthew Williams. Una puesta de largo en la noche del domingo 3 de octubre que tuvo lugar sobre una pasarela casi espacial, situada al final de un largo pasillo flanqueado por decenas de hombres delicadamente colocados en fila y vestidos de negro que, en la oscuridad monumental del estadio, invitaban a adentrarse en un show cuya puesta en escena distópica recordó a más de uno al último éxito de Netflix "Squid Game".
El diseñador estadounidense,
también al frente de su propia marca 1017 Alyx 9SM desde 2015, hizo lo que
probablemente cabía esperar de él: una colección oscura, de reminiscencias
góticas trufadas con destellos "couture" de la maison fundada
por Hubert de Givenchy en 1952, con una buena
dosis de accesorios estrella y adaptada al armario de un cliente moderno y
subversivo, más cercano a las fiestas de música electrónica o a la ostentación
de los iconos del rap que a las alfombras rojas cinemátográficas o a las bodas
reales que caracterizaron a su predecesora en el cargo, la británica Clare
Waight Keller.
Un cambio de tono ya
anticipado en sus colecciones precedentes, y en el se podían identificar
algunas pinceladas próximas al tono del periodo de Riccardo
Tisci al frente de la casa, que se reflejó igualmente en la
selección de VIPs que ocuparon la primera fila del show espacial de Williams.
Desde un encapuchado Tyga hasta el mediático Offset, escoltados por un
escuadrón hip-hop, hasta la futurista DJ española Sita Abellán, pasando por las
estrellas francesas Camelia Jordana y Leïla Bekhti o el británico Brooklyn
Beckham junto a su prometida, la actriz Nicola Peltz. Sin olvidar a la
todopoderosa directora de Vogue US, Anna Wintour,
quien tampoco quiso perderse el estreno del creativo de Illinois.
Creada especialmente para la
ocasión, la excelente banda sonora del rapero originario de Atlanta Young Thug,
envolvió el ecléctico show de 70 looks. Una decena de siluetas negras
inauguraron el desfile, anticipando elementos que serían recurrentes como las
infinitas botas de mosquetero y suelas espaciales, combinadas con shorts
bordados, corsets ajustados o minivestidos de neopreno, con peplum o volantes
estructurados. Un cocktail de sobriedad y funcionalidad contemporánea que dio
paso a impecables y elaboradas siluetas de corte tailoring e inspiración más
clásica.
Abrigos masculinos de colores
gris, blanco o beige, en los que no faltaron detalles como el estampado
Príncipe de Gales, las solapas superiores contrastadas en color negro o cierres
laterales a modo del nuevo candado con el que se identifica la casa, y que
dieron paso a prendas de sastre con tintes de actualidad como largos abrigos
sin mangas y hombros estructurados, sobrias sobrecamisas o incluso chaquetas y
chalecos de múltiples bolsillos sobresalientes, a juego con gorras o
superposiciones de shorts y pantalones entallados. Y es que no hay que olvidar
que Williams, al igual que Virgil Abloh o Heron Preston, pertenece a la misma
escuela artística que el multidisciplinar Kanye West.
"Quería apoyarme en la
tradición de la historia de Givenchy al tiempo que orientarme realmente hacia
el futuro", aseguró sobre su propuesta para la primavera-verano 2022 el
director creativo de la histórica firma propiedad del conglomerado LVMH. Una
voluntad que se reflejó en su mezcla de elementos radicales, puritanos y,
en ocasiones, extravagantes, dando lugar a siluetas cargadas de yuxtaposiciones
contrastadas. Un clásico bolero negro con un vestido largo de pedrería
arcoíris, blazers conservadoras con jerséis de lana mohair y mangas desplegadas
sobre el pecho, sobrios e impecables abrigos y cazadoras de cuero napa en
siluetas de estilo más street, vestidos de tul completados con zuecos o incluso
algún que otro collar un tanto desafortunado.
Una paleta de color dark
omnipresente que se abrió progresivamente al color, tiñéndose de tonalidades
millennial como el celeste, el amarillo claro, el lila o el verde menta. Algo
tuvo que ver con ello el artista neoyorquino Josh Smith, quien completó el
savoir-faire artesanal de la maison con estampados disruptivos y accesorios
singulares en forma de envases, payasos, calabazas de Halloween o pantalones
degradados. Una colaboración de amplio potencial comercial, al igual que el
calzado de reconocibles plataformas, la bisutería metalizada o los bolsos de rafia
y macramé.
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