En Copenhague la moda se respira en las calles. Conocidos por un estilo propio alejado de las habituales convenciones de los vecinos europeos, sus habitantes desfilan en bicicleta apostando por looks cuidadosamente descuidados, combinaciones de colores flúor, voluptuosos vestidos bucólicos o tejidos técnicos y respetuosos con el medioambiente. Lo que parece un retrato robot idealizado de daneses minimalistas de filosofía “hygge” va más allá del cliché, convirtiéndose en la regla no escrita de una capital plagada de funcionales chubasqueros Rains y logos de Ganni. Entre los pasados 10 y 12 de agosto, la capital dio cita de forma simultánea a sus eventos de moda: la feria profesional CIFF (Copenhagen International Fashion Fair) y los desfiles de la Copenhagen Fashion Week. Zoom sobre una capital que se desmarca con su estrategia diferenciada, el impulso de la innovación y la sostenibilidad convertida en bandera.
Más de 700 marcas internacionales se dieron cita en la 59ª edición de CIFF, una cita en pleno mes de agosto que se adelanta unas semanas a la tradicional “rentrée” de ferias y fashion weeks en septiembre. Celebrado en su ubicación habitual, el luminoso espacio Bella Center situado a las afueras de la capital, el evento vivió su particular regreso a la normalidad bajo el lema “Together Again” (“Juntos de nuevo”, ndr).
Aunque CIFF solo
anuló una de sus ediciones a causa del Covid-19, en febrero del año pasado, su
última celebración fue la primera organizada ya sin las restricciones de la
pandemia, logrando un optimismo generalizado en sus pasillos, al superar la
asistencia de firmas, compradores y prensa extranjera con respecto al pasado
febrero,cuando el evento contabilizó 19 8000 visitantes y 500 marcas
participantes. Entre los “buyers” internacionales, destacó la representación
inglesa, con presencia de Browns, Harrods, Selfridges o Fenwick.
Directora de
CIFF durante los últimos 2 años marcados por los desafíos de la pandemia, Christina
Neustrup dijo adiós al cargo en la última edición de la feria, que
definió como “movimiento cooperativo”. Una cita de transición en la que
cedió el testigo a la ex directiva de L’Oréal, Sofie Dolva, para convertirse en
consejera delegada de la firma de joyería Kinraden.
“Ha sido un
periodo duro, pero nos hemos concentrado en el desarrollo de CIFF como una
plataforma global de objetivos fijos vinculada a la comunidad. Estamos
convencidos de que juntos hacemos mejor las cosas. Estoy contenta con el
regreso de visitantes estadounidenses, asiáticos y europeos. Ha vuelto el
movimiento”, aseguró Neustrup, haciendo balance de la situación en la que queda
el evento a su despedida. La primera edición pilotada por Dolva, coincidiendo
con el 30 aniversario del evento, tendrá lugar entre los próximos 1 y 3 de
febrero.
Los pasillos del
salón se tiñeron de innovación y sostenibilidad, ejes estratégicos a los que se
destinó CIFF Sustain. Un espacio implantado hace 3 temporadas y dedicado a
marcas líderes en la materia, como las alemanas Oftt y Black Velvet Circus, la
húngara Manuela Collage Arts o la ucraniana TG Botanical. Fundada durante el
confinamiento por Tatyana Chumak, la firma emplea a 25 mujeres y apuesta por la
producción local, técnicas de teñido experimentales y tecnologías de producción
de tejidos a partir de ortigas, lino o cáñamo. Tras la invasión rusa, la marca
lucha por la relocalización de su negocio.
No fue la única
firma procedente de Ucrania a la búsqueda de contactos internacionales que garanticen
su supervivencia tras el golpe de la guerra. La marca de sastrería artesanal
Litkovska (anteriormente conocida como Litkovskaya) presentó prendas realizadas
a partir de excedentes de tejido. En la entrada del hall principal, compartió
protagonismo con las imponentes instalaciones de la firma local Han Kjobenhavn,
la neoyorquina Quod y Labrum London, cuya sastrería británica de influencias
africanas ya ha desfilado en la Semana de la Moda de Londres. Presente en CIFF
desde 2017, Labrum apuntó que “antes de la pandemia, la feria era enorme
y era fácil perderse”, añadiendo que “ahora es más pequeña, pero el espacio
está muy bien curado”.
“Los asistentes
vienen buscando la inspiración escandinava, pero es importante proponer un
universo completo a modo de panorámica de la industria que consiga sorprender”,
analizó Christina Neustrup. De hecho, la novedosa área Vintage (la única zona
dedicada el BtoC de toda la feria), completó las propuestas danesas con marcas
venidas de Londres y Los Ángeles; y el espacio de firmas masculinas presentó un
buen puñado de colecciones japonesas y británicas, tales como las de Aton o
Kaptain Sunshine. No obstante, la variedad de la oferta de la zona dedicada al
menswear fue calificada como “limitada” por varios compradores internacionales
consultados.
El futuro de los eventos daneses: sostenibilidad e innovación
Asimismo, el
womenswear escandinavo e internacional de enfoque más comercial contó con 2
amplios espacios y una zona orientada a la economía circular, con más de 40
marcas danesas impulsada por el Lifestyle & Design Cluster. Un área de
divulgación en la que la sostenibilidad fue abordada desde el enfoque del
diseño circular, con marcas como Andersen-Andersen o KnowledgeCotton Apparel;
el sourcing de materiales respetuosos e innovadores de Copenhagen Cartel o
Design Agger; la producción y distribución responsables de la herramienta
BrandTag o la empresa de packaging Re-Zip; la ampliación del ciclo de vida de
las prendas, como el servicio de alquiler de Ganni o el de reparación de Aiyu y
el reciclaje de compañías como Green Cotton Group o Haack Recycling.
“No podemos
olvidar que las ferias son un negocio, pero al mismo tiempo estamos obligados a
utilizar nuestra voz para dirigir las cosas hacia la buena dirección. Para la
industria de la moda es fundamental responder a la emergencia climática. Uno de
mis objetivos principales ha sido convertir una plataforma en herramienta de
formación y enseñanza sobre sostenibilidad y circularidad, así como impulsar
las tecnologías para ser más sostenibles”, afirmó Christina Neustrup,
admitiendo que “pese a ser un ámbito muy específico, es donde podemos marcar la
diferencia”.
Junto con la
Copenhagen Fashion Week, CIFF se ha marcado unos objetivos de sostenibilidad y
transparencia de cara a 2023 que impondrán unos requisitos mínimos y un
compromiso responsable a las marcas participantes. “La sostenibilidad no debe
convertirse en una competición sino en una meta compartida. En nuestra
industria hay grupos de networking, en los que las firmas pueden compartir
conocimientos e ideas sobre sostenibilidad. Como la mayor parte de las marcas
afrontan dificultades ante los mismos temas complejos, es importante apoyarse”,
aseguró Cecilie Thorsmark, CEO de la Semana de la Moda, sobre la importancia de
las sinergias en este ámbito.
Con la idea de
contar con una propuesta física más allá de su celebración bianual, CIFF cuenta
con 20 000 metros cuadrados desplegados en 2 plantas dedicadas a showrooms de
firmas a lo largo de todo el año. Ante la cuestión sobre el futuro de las
ferias y su formato, Neustrup consideró que “deben ser lugares donde se
construyan novedades de forma conjunta, funcionando como espacios de
conversación y de inspiración no tan necesariamente orientados al intercambio
comercial tradicional”.
Para la
responsable, la digitalización será “el elemento más disruptivo de la
industria”. “Confío en que en las ferias del futuro no hará falta producir
muestrarios, sino que en los stands utilizaremos avatares en los que
modificaremos tallas y colores. Las colecciones se presentarán mediante NFT y
tecnología tridimensional que recree la impresión de movimiento de las
prendas”, añadió.
La fashion week toma la Ciudad
“En la práctica
creativa escandinava hay honestidad, propósito, autenticidad. La forma en que
nuestros diseñadores lo han traducido ha tenido un efecto muy positivo a gran
escala, puesto que estos valores son aspiracionales y es posible identificarse
con ellos”, confió Cecilie Thorsmark, sobre el interés que suscita la
Copenhagen Fashion Week y el despliegue internacional de las firmas
escandinavas.
La construcción
de relatos de identificación parece una de las claves del éxito danés. Prendas
fácilmente ponibles, marcas relativamente accesibles y de valores compartidos
con su clientela y desfiles exentos de grandilocuencia y de estilo democrático,
con castings diversos e inclusivos y eventos a menudo abiertos al público, son
ejemplos de la estrategia sobre la que reposa el carácter específico y relajado
de la Semana de la Moda de Copenhague.
Si las
consolidadas Iso.Poetism by Tobias Birk Nielsen o Rotate optaron por celebrar
sus shows en la propia ubicación de CIFF, el espacio industrial Bella Center,
otras prefirieron apropiarse de diferentes espacios abiertos de la capital.
Fundada por Ditte & Nicolaj Reffstrup en el año 2000 y convertida en
fenómeno mainstream más allá de las fronteras danesas, Ganni organizó un
multitudinario desfile en Ofelia Plads. Con los bañistas locales de fondo en
los muelles, un decorado de dibujos pastel, rampas de salto y la presencia de
la mediática Emma Chamberlain, convertida en protagonista de la campaña de su
última alianza con Levi’s; Ganni se fusionó con la ciudad desplegando looks
alegres de colores pop, modelos montadas en bicicleta y dos colaboraciones
dedicadas al “upcycling” con Barbour y
66’North.
Un júbilo en
forma de carta de amor a Copenhague que también se vivió en la céntrica plaza
de Kongens Nytrov ante la atenta mirada de turistas y paseantes, en el show de
la marca del dúo formado por Barbara Potts
y Cathrine Saks.
Una colección inspirada por la princesa Mary de Dinamarca en la que no faltaron
largos abrigos de cuero, vestidos y faldas de lentejuelas fucsias, prendas
doradas o superposiciones de flecos. Entre las modelos, algunas invitadas de
excepción como la influencer local Pernille Teisbaek o la diseñadora Аna Kraš.
Otro de los
nombres más internacionales de la fashion week, Stine Goya, descubrió a los
asistentes Tap1, un espacio industrial a las afueras de la ciudad que la marca
decoró con columnas de arena que se derrumbaron progresivamente. Siluetas
fluidas en tonos fluorescentes, superposiciones oversize y estampados acuarela
y geometrías fieles al estilo de la firma impulsada en 2006 por la diseñadora
del mismo nombre. Sus próximos proyectos incluyen una apertura en Londres este
mes de septiembre.
Fundada en
Nørrebro en 2002 y con tiendas propias en Berlín y Londres, la asentada Wood
Wood apostó por llevar sus diseños mixtos al puente de Lille Langebro,
habitualmente atravesado por ciclistas y viandantes que, esta vez, contemplaron
el show desde ambos lados del río. Una celebración del vínculo de la firma con
la ciudad en forma de rave a la puesta de sol, con prendas vanguardistas de
superposiciones denim, estampados de camuflaje, siluetas deportivas o
pinceladas de naranja y verde neón.
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