Bajando el telón de una década de intensa creatividad, el diseñador Demna se despidió de Balenciaga con una última colección que se inspiraba en el glamour de Hollywood, entremezclando los códigos de la afamada casa.
Próximamente,
Demna se unirá a Gucci, convirtiéndose en el nuevo director creativo de la casa
en Milán, un cargo clave en la mayor marca de Kering, el
conglomerado de lujo que también posee Balenciaga.
El desfile se
celebró en el interior del atelier de alta costura de Balenciaga en la avenida
George V, donde las limusinas se abrieron paso a través de enormes multitudes
hasta la entrada. Los fans enloquecieron cuando Nicole Kidman, Katy
Perry, Salma Hayek, Kyle MacLachlan, Justine Skye y Cardi B,
que apareció como una viuda vampírica con encaje negro y una enorme peluca a lo
Cruella, entraron por la puerta principal.
En el interior,
la embajadora de la marca Kim
Kardashian desfiló con un “slip dress” marfil al estilo de "La
gata sobre el tejado de zinc", un abrigo de "piel" de plumas
blancas y un collar gigantesco. Resultó llevar también los pendientes de
diamantes más icónicos de Elizabeth Taylor, de la colección privada de la
joyera de Los Ángeles Lorraine Schwartz.
Una oda a Taylor, en palabras de Demna.
El diseñador
nacido en Georgia se inspiró en la obra de Cristóbal Balenciaga, sobre todo en
un renovado conjunto de pata de gallo que lució la modelo fetiche del fundador,
Danielle, en 1967. Un look que evocaba el mantel de la cocina de su abuela
desde su infancia, insistió Demna.
Mientras, su
obsesión por la Edad de Oro de Hollywood dio lugar a un vestido negro de
lentejuelas en clave diva inspirado en Marilyn Monroe, así como a un vestido
rosa de princesa confeccionado con la organza técnica más ligera del mundo en
la parte final.
"Esta
colección es para mí la manera perfecta de terminar mi década en Balenciaga. Me
he acercado lo más posible a la satisfacción en esta interminable búsqueda de
la perfección imposible, el ‘ethos’ que define a Cristóbal Balenciaga",
opinó Demna en sus notas del desfile.
En concreto,
jugó mucho con corsetería redefinida, diseñada para ser cómoda y no
restrictiva. Y tras salir a saludar, reveló que su punto de partida para la
colección fueron los códigos de vestimenta de "la burguesía".
Sastrería para mujeres con solapas de tulipán que se alzaban alrededor de la
cara, o abrigos con cuello alto -a lo Médici- y escotes a lo Nosferatu. Su
Marianne -o novia de alta costura- fue la modelo Eliza, con un vestido de
encaje de guipur sin costuras moldeado con técnicas de sombrerería, una
declaración sorprendentemente minimalista.
"Es mi
historia de amor con París, donde vivo desde hace 15 años, más que en mi país
natal, Georgia. Es un lugar que amo y odio", confesó, de pie ante un
“moodboard” en el que el elenco había sido retratado por París, desde la Torre
Eiffel hasta la Île Saint-Louis.
En un desfile
mixto, formó equipo con cuatro sastres familiares de Nápoles, desarrollando las
características camisas-chaquetas napolitanas desestructuradas. Envió cuatro
veces a Nápoles a un colega culturista para crear un traje gigante, que luego
fue replicado nueve veces en diversos tejidos y lucido por un elenco de
personajes masculinos, entre ellos el compañero de Demna, una figura esbelta y
andrógina.
"Los
sastres están acostumbrados a hacer trajes para hombres con grandes barrigas,
así que fue todo un reto... Quería demostrar que no es la prenda la que define
el cuerpo, sino el cuerpo el que define la prenda", insistió Demna en un
abarrotado backstage.
Sumó aún más
brillo hollywoodiense al encargar a Schwartz la creación de más de 1.000
quilates de alta joyería a medida, con diamantes blancos, esmeraldas naturales,
zafiros Padparadscha, diamantes rosas y diamantes amarillo canario para
acompañar la colección. Mientras tanto, los maletines se reinventaron en una
nueva versión estilizada, como estuches de portátil con forma de joyero.
En un gesto
elegante, la mayor parte de la banda sonora consistió en la lectura de los
nombres de pila de todo su atelier y su personal, terminando con Demna,
"bien sûr". Un gesto que dejó a muchos de su equipo con lágrimas en
los ojos.
Preguntado por
su próximo paso en Gucci, se mostró locuaz: “Lo que aprendí es que cuando
llegas a una marca con herencia y códigos, o tienes mucha suerte y tienes
abundantes códigos que puedes modernizar o hacer relevantes o los códigos son
restrictivos, y tengo que decir que me encanta Balenciaga, pero los códigos de
Balenciaga no guardan proporción con el tipo de negocio en que se ha
convertido. Así que, durante diez años, tuve que utilizar las siluetas capullo
o ‘cocoon’ y el reloj de arena, pero eso no era suficiente, así que tuve que
integrar muchos códigos de Demna en esta casa”.
"Mientras
que, para mi próximo capítulo, tengo el lujo de disponer de muchos códigos
diferentes que nunca he utilizado para construir sobre ellos. Y eso es algo que
me entusiasma mucho. Esa es una de las razones por las que estoy tan
emocionado. Soy un tipo ‘cool’; soy chef, así que, si tengo más ingredientes
para hacer un plato, lo hace muy emocionante", concluyó.

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