Sin necesidad de asistir al MWC, el
cofundador de Google ha logrado que sus ideas sobre movilidad, internet de las
cosas e inteligencia artificial dominen las últimas ediciones del congreso
La gente lo espera todo de Google.
Y el jefe de Google, el estadounidenseLarry Page, lo espera
todo de la gente. De hecho, espera incluso lo inesperado. Por esa razón, esta
empresa tecnológica, muchísimo más que un simple motor de búsqueda en internet,
se ha erigido en una pieza fundamental en la sociedad, la política, la cultura
y la economía del presente, y, a juzgar por sus incontables proyectos, también
del futuro. Se verá en la edición del Mobile World Congress (MWC)
que arrancará en Barcelona el lunes 22 de febrero.
En pocas
palabras, el objetivo de Google es hacerles la vida más fácil a los ciudadanos
del siglo XXI, empezando por sus empleados. Tal vez por ello, el CEO (del
inglés chief executive officer)
de este gigante tecnológico es considerado el mejor del mundo, según un informe de la consultora
Glassdoor que se hizo público en junio de 2015. En ese estudio, basado en las
opiniones de la plantilla de la compañía, se le otorgaba a Page, cuyo nombre
completo es Lawrence Edward, un índice de aprobación del 97%. Para este cálculo
se aplicó un algoritmo que, al parecer, acabó tratando a este empresario,
nacido hace 42 años en East Lansing (Michigan), tan bien como los que en Google
han hecho de él uno de los hombres más ricos del planeta, como certifica la
prestigiosa revista Forbes.
Antes, su
organización, integrada desde el pasado mes de agosto en la multinacional Alphabet,
había sido reconocida como el sitio idóneo donde trabajar. Los salarios influyeron en esta elección: su
personal cobra entre 65.000 y 186.000 euros anuales. Eso, claro está, es mérito
de Page y su colega Sergey Brin (Moscú,
1973), cofundador del buscador en septiembre de 1998.
Ambos coincidieron
en la Universidad de Stanford cuando estaban cursando el doctorado.
Larry había accedido al centro tras obtener el grado en Ingeniería de
Computadores en su estado. Con esa carrera continuaba una tradición familiar y
materializaba un sueño. Su padre, Carl V. Page (fallecido en 1996), fue un
pionero de la inteligencia artificial y su madre, Gloria, era profesora de
programación en la Universidad de Michigan. Él se aficionó a los ordenadores
con solo 6 años y a los 12 ya era un apasionado de los inventos.
Alumno ejemplar
y laureado, ha logrado amasar una fortuna que en 2014 ascendía a 26.000 millones de euros gracias, en primera instancia, a una
idea que se ajustaba al tópico de los genios de la informática que desarrollan
planes –casi– imposibles de realizar en un garaje de Palo Alto. En aquella
ocasión, los emprendedores eran Page y Brin, y su laboratorio, un espacio
alquilado en la Bahía de San Francisco.
Comenzaron con
unos 930.000 euros financiados por sus allegados y algunos inversores. Se dice
que, para la denominación del buscador, se inspiraron en el término gúgol, esto es, un
número enorme: un uno seguido de cien ceros. Una decisión premonitoria teniendo
en cuenta las cifras actuales de la firma. Su motor, capaz de procesar más de mil millones de peticiones por
jornada, es hoy la web con más visitas. He ahí la mejor demostración de
la seguridad que les transmite a usuarios con orígenes, edades y condiciones
diversas.
Entre 2001 y
2011, otro talento del sector, Eric Schmidt (Washington,
1955), capitaneó Google. En 2014, diez años después de cotizar en Nasdaq, el
mayor mercado electrónico y automatizado de Norteamérica, el valor de la
compañía se había multiplicado por catorce, hasta llegar a los 294.000 millones
de euros. De este modo se afrontó la reconversión en Alphabet, donde Schmidt
ejerce de presidente ejecutivo y el indio Sundar Pichai(1972) se encarga de la antigua Google con una
carpeta llena de deberes: expandirse en China, reanimar la red social Google+,
aprender la lección de las fallidas Google Glass,
etc. La previsión de ingresos para este ejercicio, en su línea de esperanza en
el mañana, es optimista: 69.000 millones de euros.
Al recibir el Premio Príncipe de Asturias en
2008, Page, que se había casado unos meses antes con Lucy Southworth en
una ceremonia celebrada en Hawai, confesó que todavía le maravillaba el éxito
de Google. Lo que les ha gustado a quienes han depositado su confianza –y su
dinero– en Alphabet es su estructura, mucho más sencilla que la anterior, lo
que permite rastrear el rendimiento de cada división de este tesoro
contemporáneo.
Google es ahora
la empresa del buscador, del portal audiovisual Youtube, de Android –sistema operativo para
dispositivos móviles con una cuota superior al 60% en Europa y América–, de los
mapas, de las aplicaciones... La unidad de negocio dedicada a las infraestructuras
es Google Fiber. Las
inversiones se canalizan a través de Google Capital y Ventures. Los
experimentos con las gafas, los coches sin conductor, los drones, etc. se
reservan para Google [X]. Los aparatos que vehiculan el internet de las
cosas dependen de Nest, y la investigación biológica, de Calico.
El semanario
alemán Der Spiegel sintetizó en su portada uno de los principales recelos de
autoridades, legisladores y particulares del Viejo Continente al conjeturar que
los monstruos de Silicon Valley, con Google a la cabeza, están construyendo un gobierno paralelo mundial.
Sin embargo, como señalaba Larry Page en una conversación abierta con su
maestro, Vinod
Khosla, lo que desean en Google, con su mezcla de compromiso cívico y
robots, es que las personas puedan gozar de “más tiempo con sus familias”.
Por contrastes
como estos, es imposible que el director ejecutivo de Alphabet pase
inadvertido, pero, precisamente por ese motivo, no es objeto de críticas y
chistes como, en su día, el cofundador de Microsoft, Bill Gates; tampoco se
ha transformado en el mesías de una religión en clave digital, como lo fue el
presidente de Apple, Steve Jobs, hasta su muerte e incluso después; ni atrae
tantos flashes y polémicas como el creador de Facebook,Mark
Zuckerberg, de nuevo estrella del MWC.
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