El final de los recargos por
usar el móvil en el extranjero tiene límites de cantidad y tiempo.
Diez años después del
lanzamiento de las primeras propuestas europeas para acabar con el roaming, una gran parte
de los ciudadanos europeos tiene claro el significado del término inglés porque
lo ha visto con sus propios ojos en su factura
telefónica a la vuelta de unas
vacaciones o de un viaje de trabajo: los sobrecostes que las operadoras cobran por usar el
móvil en otro país de la Unión
Europea. Ese recargo tarifario, que se ha reducido poco a poco hasta hacerse
casi imperceptible, se convertirá en historia el jueves. A estas alturas, sin
embargo, pocos consumidores tienen claro qué significa exactamente disfrutar de roaming gratis o qué implica la letra pequeña
del nuevo sistema, importante en caso de estancias largas en el extranjero.
Cambio automático.
Los usuarios no deben hacer
nada para beneficiarse del nuevo sistema. Desde el 15 de junio, podrán hacer y
recibir llamadas, enviar mensajes y navegar por internet en los 28 estados
miembros de la Unión Europea (más Noruega, Islandia y Lichtenstein) al mismo
precio que si estuvieran en su país. Es decir, dejará de aplicarse tarifas
especiales siempre que se atengan a los límites de uso contratados y no pasen
más tiempo en itinerancia que en casa. Recibir llamadas fuera no costará nada.
¿Hay límites?
El final del roaming no
significa barra libre de móvil en Europa. Los límites en el número de minutos,
mensajes y datos fuera serán los mismos que tengamos contratados en el país de
residencia. Igual que no suele ser una buena idea gastar datos para escuchar
constantemente música o ver una película online, tampoco lo será en principio
cuando estemos en el extranjero. Si superamos los límites, ocurrirá lo mismo
que en casa: la compañía pasara a cobrarnos las llamadas o datos a granel, a
una tarifa en general más alta. La nueva normativa impone unos precios máximos
no obstante muy inferiores a los que se cargaba hasta hace poco: 3,2 céntimos
por minuto de llamada, un céntimo por SMS y 7,7 euros por giga, cantidad que se
irá reduciendo hasta 2,5 en el 2021.
¿Y los abonos especiales?
En el caso de los abonos
ilimitados, la compañía deberá permitir enviar mensajes y hacer llamadas sin
límite, pero podrá imponer un tope al uso de datos en roaming, un límite en
teoría suficientemente elevado para poder cubrir las necesidades del usuario.
Las tarjetas prepago también están sujetas al nuevo sistema: el saldo dará derecho
a hacer y recibir llamadas y enviar mensajes sin recargo dentro de la UE; para
calcular la cantidad de datos incluida en la tarjeta, la compañía aplicará un
cálculo proporcional a las nuevas tarifas máximas previstas.
Las llamadas internacionales,
el ‘bonus’ inesperado.
Todas las que llamadas hagamos
en itinerancia se facturarán como si fueran locales, incluidos los números
internacionales dentro de la Unión. Así, costará lo mismo llamar dentro del
país que estamos visitando –por ejemplo, para reservar un restaurante– que
telefonear a casa para dar noticias. Lo que no cambia es la tarifa que se
aplica a las llamadas internacionales desde el país de residencia.
Entonces, ¿quién paga por mi
‘roaming’?
Los costes administrativos y
técnicos del roaming no van a desaparecer por arte de magia. En lugar de
cargarlo al cliente, las operadoras los liquidarán entre sí a precios
mayoristas fijados por la UE después de un largo tira y afloja. El riesgo es
que las operadoras acaben subiendo tarifas a todos los usuarios (viajen o no)
para compensar los costes que no pueden facturar directamente. Bruselas dice
que de momento no ha detectado por ahora alzas de precios.
Viajeros, no cazadores de
gangas.
El sistema contiene
salvaguardas para evitar que los consumidores se vayan de compras por la UE y
contraten su tarifa móvil en países donde el servicio es más barato para usarlo
en su país de residencia, como cabría esperar dentro del mercado interior (el
final del roaming no es el principio de un mercado único de las telecomunicaciones)
. Para controlarlo, Bruselas pensó primero en poner un límite de 90 días al año
de roaming gratis, pero la propuesta chocaba con la promesa de acabar con él.
Finalmente, se ha acordado que las compañías exijan un “uso razonable” a sus
clientes. Si, en periodos de cuatro meses, detecta que pasa la mayor parte del
tiempo en el extranjero y consume más fuera que en su país (como puede ocurrir
con estudiantes o trabajadores desplazados), la compañía podrá pedirle que
aclare la situación en el plazo de 14 días. Si no está de acuerdo con las
explicaciones del usuario, pasará a cobrarle las tarifas máximas previstas. Los
litigios deberán resolverse ante los órganos nacionales de arbitraje.
¿Afecta a todas las empresas?
La inmensa mayoría de las compañías
europeas –incluidas todas las españolas– aplicarán el nuevo sistema. Sólo se ha
concedido derogaciones a 24 operadoras que han demostrado que no iban a poder
cubrir gastos. Casi todas son empresas pequeñas u operadoras virtuales que, al
no tener red propia, no iban a poder hacer caja al dar roaming a clientes de
paso de otras compañías. En dos años, la UE revisará los resultados del
experimento.
Comentarios
Publicar un comentario