Aunque el ordenador mantiene el trono, el
smartphone gana adeptos para las operaciones bancarias.
la digitalización del sistema
bancario y financiero es una realidad desde hace tiempo, y los consumidores la
han aceptado de buen grado. Sin embargo, podemos pensar que el rey absoluto en
esta revolución es el smartphone, pero los números no dicen lo mismo. Mientras
que un 53,9% de los usuarios pagan sus facturas con el ordenador, solo el 29,9%
hace lo propio con el móvil. A la hora de realizar transferencias bancarias, el
64,8% utiliza el ordenador y el 39,7% el móvil. Son datos que se desprenden del
informe ‘Fintech, innovación al servicio del cliente’ y de la investigación
‘¿Cómo toman sus decisiones de digitalización financiera los españoles?’,
presentados en el II Encuentro del Observatorio de la Digitalización
Financiera, una iniciativa de Funcas y KPMG. “Las estimaciones parecen indicar
un salto en las actividades financieras online”, explica Santiago Carbó,
director ejecutivo del Observatorio. “De un uso orientado a cuestiones informativas
y de consulta se dará un salto al pago de facturas y realización de
transacciones”, añade.
Que el ordenador siga reinando
en este entorno tiene cierta lógica si se atiende a la evolución del propio
mercado del smartphone: no todos los usuarios disponen de terminales avanzados
con capacidades tecnológicas como NFC o sistemas de seguridad como el lector de
huella dactilar. Y aunque la renovación del parque de terminales es constante,
muchos usuarios todavía recelan de adentrarse en su banco a través del móvil
por las implicaciones de ciberseguridad que podría tener, a pesar de que estos
sistemas ya son absolutamente fiables. La educación es capital en este asunto,
y probablemente llegará gracias al boca-oreja: si el entorno lo utiliza sin
problemas, hará que muchos usuarios se decidan a utilizarlo. Así, en 2020 el
54% de los españoles ya pagará sus facturas a través del ordenador y un 64,8%
realizará transacciones bancarias. “La digitalización financiera es un proceso de
amplio recorrido temporal que continuará provocando cambios en la demanda de
servicios financieros”, apunta Carbó.
Que los usuarios tengan su
propio ritmo es algo con lo que cuentan las entidades bancarias y financieras,
y de ellas depende en gran medida que los usuarios adopten estas nuevas
realidades. Para ellas, sin embargo, el riesgo reside en la competencia que hacen
las fintech, empresas nativas digitales dispuestas a colonizar estos sectores
gracias a su funcionamiento ágil y sus infinitas posibilidades. Estas compañías
ya están marcando el ritmo en muchos campos del sector, lo que obliga a las
empresas tradicionales a responder como pueden, a pesar de que asumen que están
obligadas a coexistir. “Este cambio que supone el desembarco de proveedores no
bancarios en el sector debe entenderse como un reto competitivo para la
industria bancaria a la vez que una oportunidad”, resume Carbó. El ecosistema fintech suma 300 empresas solo
en España y ya emplea a más de 3.500 personas, lo que indica que, a pesar de su
juventud, ha llegado para quedarse.
Pero las fintech también
asumen que sus disruptivas propuestas necesitan madurar en la mente de los
usuarios tradicionales, por lo que han abierto vías de colaboración con las
entidades tradicionales para que sus modelos de negocio puedan converger con
las compañías que actualmente tienen la confianza de los clientes del sector. “Las fintech han ido matizando su vocación de
competir con la banca tradicional hacia la búsqueda de alianzas con los bancos,
ya que estos cuentan con la confianza, los recursos, la capacidad de inversión
y la base de clientes necesarias para prosperar”, explica
Francisco Uría, socio responsable de Sector Financiero de KPMG en España.
Aunque en el futuro esta
entente podría deshacerse cuando ambos actores hayan conseguido consolidarse
(algo que tampoco ocurrirá, dada la constante evolución de la tecnología, que
obligará a estas empresas -y a todas- a vivir en un continuo proceso de
cambio), las fintech buscarán crecer en los próximos años sin huir de la
regulación. De hecho, el 42% de estas compañías considera necesaria una mayor
regulación, siempre y cuando esté adecuada al mercado y que se corresponda con
los avances tecnológicos. “El
objetivo del regulador debe ser mantener el equilibrio y la neutralidad entre
las entidades financieras tradicionales y las nuevas startups para promover la
innovación, mantener la estabilidad financiera y proteger al cliente en un
momento de gran disrupción”, expone Ramón Cañete, socio
responsable de Transformación de KPMG España. Queda mucho por hacer por parte
de todos los actores involucrados en el futuro de las finanzas.
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