Así es Hetta, el restaurante en el que se cocina a ocho manos


Acaba de abrir en el pasaje Marimon, en el local que ocupaba antes Céleri


Ahora que están de moda las cenas a cuatro manos preparadas por dos chefs reconocidos, el nuevo Hetta (calor en sueco), en el espacio que ocupó el exitoso y efímero Céleri de Xavier Pellicer (pasaje Marimon, 5) propone la cocina a ocho manos: las de Olof Johanson (chef ejecutivo de tribu Woki, de quien es propiedad el local), Paola Pisciotti (trabajó en Pakta y en uno de los locales de Romain Fornell), David Morera (pasó por Martín Berasategui en Lasarte, Els Tinars, Dos Palillos y Coure, donde estuvo más de tres años) y Alberto Sambinelli (Àbac y Bar Brutal).
Son los cuatro chefs que con sus impecables currículums, su actitud y su manera de cocinar se han hecho un puesto en la cocina del restaurante que conserva intacto el interiorismo de Sandra Tarruella en el que ahora suena fuerte la música en busca de una mayor informalidad.
Habrá quien se pregunte si se requieren tantas manos para suplir a un chef emblemático como Pellicer. Y no serán los cuatro nuevos inquilinos de la que fuera su cocina quienes lo desmientan. “Somos modestos, no buscamos estrellas sino disfrutar con nuestro trabajo y hacer que los comensales lo pasen bien con una cocina basada en productos de temporada. Pero no podemos hacerlo mal en una casa donde cocinó un chef tan bueno como Pellicer”, explica Johanson, chef ejecutivo del grupo pero uno más en el cuarteto de cocineros.
Habrá quien piense que Guido Weimberg prefiere repartir responsabilidades para que nadie destaque. No lo niega el empresario, aunque señala que está satisfecho de “poder brindar una oportunidad a personas formadas en grandes cocinas que por fin tendrán voz a la hora de crear los platos”.
Son la tribu del Hetta, ellos sirven los platos en la sala que dirige Ezequiel Trigo con la ayuda de Lua Costa y dan vida a una propuesta que toma la temperatura como hilo conductor. La carta se presenta como un mantel individual de papel que muestra en el centro los ingredientes de temporada que están trabajando dividiendo los platos crudos o poco cocidos (abajo) de los cocidos (arriba) con unos símbolos para que el comensal elija cómo quiere que le preparen el ingrediente elegido y que va desde el cuchillo, para los crudos, al marinado al momento, marinado frío, sopleteado, marinado caliente, ahumado, hervido servido frío, al vapor, plancha, frito, al horno o guisado a la cazuela.
Nada más entrar, el cliente se topa con una nevera en la que muestran, en crudo, esos mismos ingredientes que irán cambiando con la temporada; han arrancado con guisantes, espárragos, huevo. atún, pato y vaca.
Los platos tienen su autor, aunque cuentan que se reúnen y discuten cada nueva elaboración. “Todos estábamos un poco cansados de cocinar siempre platos de un chef de los que no podías cambiar nada y ahora sentir que tenemos voz es muy estimulante”, explica Alberto, quien confiesa que se siente orgulloso de haber aprendido de Pellicer en Àbac.
“Hemos arrancado con muchísima ilusión”, añade Paola, autora de las lágrimas de guisante con un reconfortante caldo dashi caliente, con papada y tirabeques o de la salchicha de bonito ahumada con mostaza y eneldo. “Y por las noches la música suena más alta y acabamos bailando en la cocina”.
Probamos también los espárragos servidos sobre hielo, naranja sanguina y bergamota de Olof, el Salpicón ahumado de centollo con salsifí (servido demasiado caliente) de David o el huevo frito con morcilla de bonito. Acaban de abrir y falta rodaje. Pero hay ganas e ideas.

Comentarios