Los expertos coinciden en que
la plataforma supera con mucho a las redes sociales a la hora de difundir bulos
Recientemente una cadena de
bulos sobre el secuestro de niños en la India desató
un linchamiento que acabó con la vida de varias personas
inocentes. WhatsApp fue el canal de transmisión de esta información
falsa. De hecho, este servicio de mensajería se vio obligado a publicar
anuncios en los periódicos del país para frenar la ola de noticias falsas que
circulaban por su red.
No deja de ser paradójico que
un sistema de mensajería recurriera a la vieja prensa impresa para frenar una
oleada de falsedades. Más allá del evidente simbolismo de este caso, el ejemplo
no tiene desperdicio para meditar sobre la limpieza de las noticias que
recibimos a través de las aplicaciones de mensajería.
Nunca está de más recordar que
es bastante complicado poder interceptar una comunicación transmitida por
WhatsApp debido al potente sistema de encriptado de la plataforma. Lo que a
priori es una evidente ventaja para los usuarios. Pero el enorme crecimiento de
usuarios de WhatsApp lo ha convertido también en un poderoso, y opaco, canal de
difusión de noticias. Muchas de ellas falsas.
Según el informe
Digital News Report 2018 que elabora la agencia Reuters, Facebook ha
bajado como canal de difusión de noticias. Pero en WhatsApp esta actividad se
ha multiplicado por cuatro en los últimos años. De hecho, las aplicaciones de
mensajería se están convirtiendo en uno de los sistemas por los que más se
informan los jóvenes de entre 18 y 24 años.
La periodista Clara Jiménez es una
de las fundadoras de Maldito Bulo. Un medio de comunicación dedicado a
desmentir informaciones falsas. En su opinión “WhatsApp es un agujero negro
total” en cuanto a la información que circula por él. Por ello en maldita.es
han puesto en marcha hace pocas semanas un servicio para poder enviar a un
número de WhatsApp bulos que circulan por la plataforma.
“Para pillar cuanto antes los
bulos, muchas veces lo que necesitas es pillarlos en WhatsApp. Que es donde
empiezan a circular y es un sitio al que no tenemos acceso. Nos hemos dado
cuenta por ejemplo tras nuestra experiencia que en WhatsApp se usan formatos
diferentes a los de plataformas como Twitter, aunque se trate del mismo bulo.
Por ejemplo en WhatsApp circulan bulos en vídeo que en Twitter son imágenes
Jpeg. Además, la rapidez con la que se transmiten por WhatsApp es mucho mayor”,
explica Jiménez.
La acogida de la propuesta
maldita.es de recabar bulos de WhatsApp ha sido sorprendente, pues en pleno mes
de julio han recibido en 15 días más de 4.500 mensajes. Aquí
pueden leerse las conclusiones a las que han llegado tras los primeros
días de estar activo el servicio.
Por lo que explica esta
periodista parece que hay motivos para la inquietud, pues un tercio de la
información recibida en maldita.es a través de WhatsApp han sido mensajes de
odio relacionados con la inmigración. Algo que debería hacernos meditar muy
profundamente sobre el uso que hacemos de esta herramienta.
En opinión de Jiménez esta ola
de falsedades no se frena sólo mediante tecnología: “El problema de la
desinformación es que no siempre la encontramos en forma de un link a una
página web. Muchas veces son capturas de pantalla, vídeos, o audios que son muy
complicados de detectar. La solución para atajar la desinformación en WhatsApp
y en otras redes tiene mucho más que ver con educar a la ciudadanía, la
sensibilización mediática y que la ciudadanía sea mucho más crítica”.
Graphext, una empresa dedicada
entre otras cosas al análisis de datos de redes sociales. Este experto en
análisis de información es más optimista sobre las posibilidades que la
tecnología abre para frenar las falsedades: “Está por ver, pero la inteligencia
artificial puede que ayude en el futuro para poder verificar ciertas cosas y
hacernos sospechar. Tu como humano a veces sospechas de ciertas informaciones
porque hay patrones que ayudan a identificar falsedades. Todavía no creo que
ninguna empresa lo haga bien en este terreno, pero creo que se va a lograr”.
Al preguntarle por el interés
de la información que circula por canales de mensajería como WhatsApp Izquierdo
es rotundo: “Si tuviésemos los datos de lo que se mueve en WhatsApp podríamos
predecir cosas verdaderamente complejas. Ahí es dónde está la información más
valiosa porque ahí está todo el mundo y se mantienen las conversaciones que
tienen más interés. Todo lo que se publica en redes sociales más que ser una
conversación es una forma de mandar señales al mercado: yo se de esto, yo
trabajo en esto. No es una conversación sincera. Pero en WhatsApp sí que
suceden conversaciones reales”.
Este desarrollador también
está convencido de que el sistema de mensajería, que nació como un proyecto
independiente hace nueve años, es un terreno abonado para las informaciones
dudosas: “Estoy convencido que WhatsApp es la mayor plataforma de difusión de
noticias falsas, mucho más que cualquier otra. En la mensajería se puede enviar
una información entre dos personas sin temor a que otros puedan pensar mal, y
además con frecuencia se transmiten mensajes entre personas con las mismas
opiniones. Así que hay menos miedo de transmitir noticias dudosas. No hay un
público como en las redes sociales que pueda actuar a modo de cortafuegos y
decir que algo es mentira”.
También hay aspectos psicológicos
que explican la impulsividad con la que a veces usamos y enviamos ciertas
informaciones mediante WhatsApp. El psiquiatra Sergio
Oliveros ha tratado a pacientes con problemas de conducta derivados
por el abuso de las herramientas digitales. Al preguntarle mediante correo
electrónico si puede existir una relación entre la sensación de soledad de
algunas personas y el uso intensivo de los sistemas de mensajería este
especialista no tiene dudas.
“WhatsApp nació hace sólo 9
años y hoy es más necesario que el teléfono. Ha supuesto una revolución en las
comunicaciones personales facilitando enormemente el trasvase de información
entre personas. Pero vivimos en una cultura narcisista donde se valora la
subjetividad, la impostura, la gratificación inmediata, la individualidad y la
artificialidad tanto en la vida cotidiana como en las relaciones”.
A esto añade el potencial que
tiene otra red social con servicio de mensajería muy popular, Instagram, para
crear ciertos comportamientos anómalos: “Hace poco un informe
de la Royal Society for Public Health analizaba el impacto de las
redes sociales en la salud mental de los ciudadanos. Observaba que Instagram
era absolutamente tóxica sobre la población adolescente. Curiosamente es la red
de la impostura por excelencia y, además, una de las vías de mensajería más
habituales entre adolescentes. Nuestra comunicación se desplaza hacia las
formas que más alejados nos mantienen, pero cabe la pregunta ¿son responsables
de nuestro alejamiento o las elegimos porque encajan con nuestro
distanciamiento narcisista previo?”, señala.
Oliveros añade otro aspecto
inquietante que produce WhatsApp: “Un uso no adictivo pero sí perverso de la
aplicación, es el que tiene que ver con la función que informa de cuando la
persona se conectó por última vez. Lo observamos a diario en los perfiles
paranoides y obsesivos de personalidad muy frecuentes entre maltratadores muy
dados al control interpersonal y los celos. Es una función extremadamente
deletérea que puede tener consecuencias graves cuando es empleada por terceros
con fines lesivos”.
Al preguntarle por casos de
pacientes que haya tratado y que hayan abusado de este sistema de mensajería
nos explica que “hubo una adolescente de 16 años que perdió el curso por los
problemas cognitivos que le ocasionaba el permanecer largas horas de la noche
despierta pendiente de la actividad de sus contactos y de cuando éstos recibían
los mensajes que les mandaba, a veces sin contenido alguno, tan sólo para
recibir el feedback del ‘doublé check’. Esta niña no podía separarse de su
móvil, no prestaba atención a clase por estar pendiente de la vibración en su
bolsillo y no se relacionaba con casi nadie en el plano real. ‘No tenía tiempo
para hacerlo’, según ella”.
Victoriano Izquierdo nos da
una pista que abre una ventana de esperanza para frenar casos como el relatado
por este psiquiatra: “Los sistemas operativos van a advertir si estamos usando
las aplicaciones de forma adictiva. Hay un movimiento muy grande en Silicon
Valley de gente concienciada. Estamos en ese punto en el que los usuarios demandan
herramientas de control y el mercado acaba implementándolas. Si empiezas a
tener conciencia de que Facebook le causa depresión a la gente, la empresa
empieza a tener incentivos para frenar esos problemas. Si no se van a ir los
usuarios de la plataforma”.
Para los que tengan dudas
sobre si están usando correctamente o no la WhatsApp, Sergio Oliveros nos da
esta clave: “Es evidente que la frontera es aquella a partir de la cual la
aplicación deja de ejercer la función para la que está diseñada: enviar y recibir
mensajes cortos con una información útil”. Una vez dicho esto para los que
quieran ir comprender cómo está WhatsApp modificando nuestra forma de
comportarnos e informarnos recomendamos leer un clásico sobre la opinión
pública: La espiral del silencio, de la politóloga alemana Elisabeth
Noelle-Neumann. A pesar de haber sido escrito en 1977, mucho antes de que
existiese la World Wide Web, a nuestro juicio sus teorías están más vivas que
nunca.
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